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«El intelectual mallorquín actual más completo»

David Ginard publica sus conversaciones con el historiador y erudito Josep Massot

Josep Massot, en abril de 1973, durante una reunión de la Institució de les Lletres Catalanes en Cambridge.

| Palma |

El historiador y profesor en la Universitat de les Illes Balears (UIB) David Ginard tiene claro que Josep Massot i Muntaner «es el intelectual mallorquín actual más completo». Una conclusión a la que ha llegado después de largas conversaciones con el historiador, erudito y monje mallorquín en Montserrat al que conoció en 1988 y al que dedica su último libro, Josep Massot i Muntaner. El combat per la història.

Para Ginard, el padre Massot «no representa sólo un historiador con una obra extensísima, sino que además ha tenido un notable impacto internacional».

Al margen de sus trabajos sobre la Guerra Civil y la época contemporánea, «es una autoridad en ámbitos, como los estudios literarios, culturales, lingüísticos y musicológicos».

Guerra Civil

«Cuando era pequeño escuché muchas conversaciones sobre la Guerra Civil y viví de cerca las penalidades de la Posguerra. Mi padre y mi abuela paterna habían vivido el conflicto en Barcelona. El resto de la familia, desde Mallorca. Los recuerdos de unos y otros y lo que de pequeño escuché explicar sobre la represión en ambos lados fue la primera lección de historia oral que recibí y me ayudó mucho cuando me propuse hacer un estudio objetivo y matizado de la Guerra y la primera Posguerra en Mallorca». Así explica Josep Massot i Muntaner a este periódico sus primeras aproximaciones al estudio de la Guerra Civil en Mallorca. «Es el autor de treinta y tantas publicaciones rigurosísimas y referenciales sobre el conflicto en Mallorca que hacen que nuestra isla sea uno de los lugares en los que mejor se ha estudiado este fatídico episodio histórico», concreta David Ginard.

Lucha antifranquista

«En 1958, Josep Massot ingresó en la Universitat de Barcelona, corrió delante de los ‘grises' y colaboró con el Partido Socialista Unificado de Catalunya (PSUC), no como militante pero sí que fue muy amigo de personas activas de la organización que, como Joaquim Sampere, acabaron presas y hasta pensó en la posibilidad de ser detenido», explica David Ginard. «Hacía poco tiempo que había empezado un fuerte movimiento estudiantil antifranquista, simbolizado en los conocidos como hechos del Paranifno y si mal no recuerdo, en la quema de un retrato de Franco. Yo viví también episodios de huelgas y de carreras delante de la policía», recuerda Massot.

Ginard y Massot, en un encuentro que mantuvieron en 2012 en Pòrtol.

Pero su colaboración con el antifranquismo durante la Dictadura siguió una vez ingresó como monje en Montserrat, en 1962. «El cierre de los intelectuales en Montserrat contra el juicio de Burgos fue la más sonada de las múltiples reuniones de tipo político que al largo de los años acogimos en el monasterio. Una función de suplencia en unos momentos en que el régimen franquista no permitía la libertad de expresión ni de reunión», rememora Massot. El padre Massot, como muchos le conocen, «tiene publicaciones que abarcan desde la Edad Media hasta la actualidad. Son, además, trabajos extremadamente rigurosos, impecables desde el punto de vista metodológico. Pero, además, es un editor de primerísima categoría.

Desde 1971 dirige Publicacions de l'Abadia de Montserrat, a la que ha convertido en la más prestigiosa editorial sobre investigación en humanidades y ciencias sociales de los territorios de lengua catalana. Si a todo esto se le añade su disposición a apoyar desinteresadamente al resto de los investigadores, creo que queda bien trazada una figura de primerísimo orden en la cultura contemporánea» defiende Ginard, profesor titular de Historia Contemporánea en la UIB.

Sobre el futuro de la lengua y la cultura, Josep Massot i Muntaner no comparte la visión pesimista que parece haberse instalado en muchos sectores. «Se habla mucho de la crisis y el retroceso de la lengua catalana, pero yo querría recordar que hace cincuenta años estábamos sometidos a una rígida y estúpida censura y que la educación y los medios de comunicación eran únicamente en español. Los que no lo vivieron y padecieron no lo pueden entender», concluye.

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