Hace treinta años era impensable que un niño o niña de Mallorca se quedara sin su rosari por Tots Sants, o que no degustara algunos panellets o panets de mort en la Nit de les Ànimes. Hoy en día está más asentado el 'truco o trato' –a nuestra manera, es cierto– para pasar la vigilia que 'pelearse' con esos enfilalls dulces que básicamente portaban fruta confitada.
La Part Forana se muestra un poco más cercana a las tradiciones ancestrales de esta tierra y algo más resistente que Palma a la asunción de formas de hacer extranjeras. Tan solo algo más, puntualizamos. Las 'hordas' de muertos vivientes, momias y vampiros también se dejarán caer en las próximas horas más allá de la Vía de Cintura. Qué es realmente Halloween y qué tradiciones propias han quedado más o menos relegadas en Mallorca por su influencia.
En un primer instante se considera Halloween como una festividad heredera de la tradición celta. Sabemos que los antiguos celtas celebraban el Samhain, su día de año nuevo, el 1 de noviembre. La víspera se considera una noche en la cual el velo que media entre el mundo de los vivos y el de los muertos se difumina; de aquí las conexiones con la muerte más o menos banales y comerciales en las que ha desembocado toda esa tradición.
Especialmente arraigada en los países anglosajones a través de Irlanda y los numerosos emigrantes que ese país ha aportado a lo largo de las décadas a todo el mundo, Halloween se ha convertido en una fiesta con una popularidad casi planetaria contra la que se antoja difícil luchar.
Es difícil por el concepto, en sí mismo. «Disfrazarse es algo que motiva mucho a los niños y niñas. Muchos se disfrazan 'porque sí' en sus casas, a diario, para jugar. ¿Cómo van a resistirse a utilizar un disfraz 'molón' en un día en que hasta los mayores se visten de monstruos por la calle?», reflexiona María, trabajadora de una juguetería de Palma en cuyo espacio han ganado protagonismo los disfraces en las últimas semanas por razones obvias.
Aunque Amazon y AliExpress se llevan su parte nada discreta del pastel las ventas suponen un buen estímulo para las cuentas del sector comercial, apenas a un mes vista de la temporada de Navidad, su particular 'agosto'. Sin embargo, según destaca un responsable del establecimiento, «en Halloween la gente reutiliza mucho y tira de lo que tiene por casa para salir del paso. Es normal, con los tiempos que corren».
Mientras tanto hay quien trata de recuperar el tiempo perdido desde la calidad y la excelencia. Por ejemplo en el Fornet de la Soca de Palma tiran de autenticidad y buscan hacer las delicias de pequeños y mayores con sus rosaris de Tots Sants, «los de toda la vida» enfilats com un temps, a mano, y elaborados a base de panellets y panets de mort. Ya se sabe que la memoria tiene un destacado componente gustativo.
Para los más puristas un buen rosari se mide por la calidad y el tamaño de su patena, habitualmente de calabaza ensucrada o de chocolate. Otros rosaris se componen de bombones, caramelos y chucherías de origen más industrial. No es el caso de los que se sirve la histórica bombonería La Pajarita, en la calle Sant Nicolau de la capital balear, para elaborar a su protagonista de Tots Sants.
Además, los panellets de piñón nacional saben y huelen como lucen. Existen versiones alternativas con chocolate, naranja, o pistachos. Como las peladillas o confits tienen un componente religioso importante, pues antiguamente se usaban como comida bendecida para compartir a la salida de misa.
¿A caso va a sustituir a todo ese patrimonio gastronómico con siglos de historia las galletas coloridas que simulan ser calabazas, murciélagos o cualquier otro motivo típico de Halloween? Es difícil de decir. Algunas presentan un aspecto aparente pero su sabor es insulso, con poca profundidad. No para todo el mundo prima la calidad al precio o la cantidad.
Al tiempo que Halloween extiende sus garras, La nit de les ànimes reviscola. La celebración se ha reinventado en los últimos años en Palma y trata de ofrecer una velada más genuina de Mallorca como alternativa al anglosajón baile de máscaras salpicadas de rojo. No obstante ha traído a colación el protagonismo de batucadas y toda clase de colectivos multiformes, dando vida a una especie de nit del foc en noviembre.
Las bubotes, bruixes y animetes eran algunos de los personajes entre tenebrosos y burlones de esta noche más propia de la Mallorca de antaño. Tal y como proponen otras tradiciones, como la irlandesa o el mexicano Día de Muertos, era un tiempo especial en el transcurso del cual las almas regresaban temporalmente al hogar a visitar a sus parientes, por lo que algún llum d'oli siempre quedaba encendido para facilitarles la tarea, y se les reservaban pequeñas ofrendas.
En algunas casas se ponía un diente de leche caído recientemente en un agujero de la pared de la casa. La idea es que su propietario lo siguiera –mucho, mucho tiempo después–, como una pista para encontrar el camino de regreso desde el más allá.
Al salir el sol la mañana posterior, en muchas casas los más pequeños mataban el rato buscando panellets o castañas repartidos por los rincones más insospechados de la casa. Obsequios que supuestamente habían dejado escondidos para ellos els mortets. Que nadie diga que lo nostro no es tétrico si se lo propone.
Y qué decir de la castanyada. Es cierto que se trata de una costumbre más arraigada en Cataluña que en Baleares, pero de forma parecida a los paseos por la calle de rosaris y patenes ha perdido adeptos a pasos agigantados. Quizás en la confrontación con el dulce menos casero una castaña asada y un pedazo de calabaza confitada lleven las de perder.
Limpiar la sepultura familiar antes de la jornada para que presente su mejor aspecto durante la festividad es otra costumbre que paulatinamente ha ido perdiendo fuelle. Antiguamente tras la Nit de les ànimes todo el clan familiar se vestía con sus mejores galas, y se desplazaba hasta el cementerio para depositar las flores en la tumba de sus seres queridos.
Esta realidad ha evolucionado mucho; habitualmente son los cabezas de familia los encargados de acompañar a las personas más mayores, quienes con mayor emoción y solemnidad 'ofician' el rito anual que aprendieron siendo niños.
El año pasado, con las restricciones de la pandemia de coronavirus en plena vigencia, numerosas personas sintieron en el alma haber faltado a una cita capital en su calendario.
Las personas que acuden a los cementerios ese día señalado –muchos prefieren hacerlo los inmediatamente precedentes– lo han mamado toda la vida. A pesar de eso los floristas temen que parte de sus clientes se hayan acostumbrado rápido a no visitar a sus difuntos por Tots Sants y como consecuencia se resienta el negocio. En este caso, y sin que sirva de precedente, Halloween no será culpable.