Se ha vendido la última residencia de la infanta doña Pilar en Mallorca, un chalet de dos plantas de arquitectura sencilla, en segunda línea y sin vistas al mar Mediterráneo que tanto gustaba a la hermana mayor de don Juan Carlos de Borbón. Se trata de una vivienda nada lujosa, de arquitectura racionalista y decoración veraniega en la que destacaban dos enormes sofás en azul de roba de llengües, el amarillo de las paredes del interior y el verde exterior que se alargaba mas allá de la terraza que es donde se hacía vida familiar. A uno de los lados, la piscina ocupaba un amplio espacio del jardín, junto a las habitaciones donde se alojaba la familia.
A doña Pilar le gustaba la casa en verano, llena de hijos, nietos y amigos, pero era en invierno cuando más disfrutaba de ella. La muerte la sorprendió cuando ya había comprado los billetes para volver a pasar el mes de enero en Mallorca y disfrutar de sus almendros en flor y de sus amigos del Mercat de Santa Catalina.
Después del disgusto que le provocó el derribo de su casa de Portopí, en los años 90, juró no regresar jamás a la Isla, pero era tanto el cariño que sentía por Mallorca y tantas, en realidad miles, las cartas que le llegaron desde Mallorca a su residencia de Puerta de Hierro, en Madrid, pidiéndole disculpas, personalidades y muchos ciudadanos anónimos, avergonzados por la sentencia que obligó al derribo de un piso superior, que decidió regresar.
Se ha escrito que la de Portopí fue su primera casa mallorquina, pero no es cierto. Cuando su hija Simoneta tenía cinco años, los duques de Badajoz visitaron la Isla invitados por Graciliano Barreiros y su esposa, Mayte Spínola, creadores junto a la demás familia de industriales gallegos, de la urbanización Sol de Mallorca. Grachy y Mayte poseían en esa época la fabulosa casa Bela Donna.
Los Gómez-Acebo y Borbón se enamoraron de la Isla y se compraron un solar en segunda línea donde construyeron su primera casa, que se llamó Ca Dona Pi. Pasados los años, se la vendieron a unos primos del rey de Suecia que todavía la conservan y han respetado el nombre original de la propiedad homenajeando así a su primera propietaria. Tras su venta, los duques se compraron su casa de Portopí. Poco después surgió el conflicto con el vecino por haberle tapado un pequeño ventanuco que acabó en un pleito durísimo que hizo sufrir a toda la familia y a una infanta ya viuda.
El regreso
Años después, por consejo de su amiga Mayte Spínola, compró una nueva vivienda en Sol de Mallorca. La Infanta dejó de veranear en Sotogrande y regresó a esta su tercera residencia en la Isla, hoy propiedad de un matrimonio inglés –que ya cuenta con otra residencia en la misma urbanización–, que se la ha comprado directamente a los hijos de doña Pilar. La urbanización en verano suele acoger cerca de 11.000 personas, y solo 2.500 en invierno. A la Infanta le gustaba más el invierno mallorquín, esta era su isla de adopción, su paraíso donde ya tenía los billetes para venir a mitad de enero cuando la Dama del Alba se la llevó para siempre.