Primero fueron los jóvenes que habían terminado el Bachillerato y la Selectividad quienes empezaron a llegar a Ciutadella. Ahora, y a pesar de que las fiestas ecuestres de Sant Joan han sido suspendidas por segundo año para evitar los contagios de la pandemia, se registra una afluencia masiva de familias y grupos de amigos de Mallorca.
No quieren perderse la cita anual con Ciutadella, de forma que la semana de Sant Joan, aun sin caballos, caragols, ni caixers i cavallers, se ha convertido en una fiesta multitudinaria. Todo favorece esta concentración en la ciudad de poniente de Menorca: el final de curso, el comienzo del verano y la reducción de las restricciones en el ocio nocturno.
La mayoría de los visitantes desembarca en Son Blanc. El puerto de Ciutadella registra la llegada de nueve barcos diarios, procedentes de Alcúdia y Barcelona, con 6.000 pasajeros diarios. En conjunto se desplazan a Menorca más de 30.000 personas.
Este año se han adoptado medidas –destaca el incremento de la presencia policial– para impedir que se registren concentraciones como la que se produjo hace exactamente un año, el 23 de junio de 2020, Dissabte de Sant Joan, frente a Cas Comte, sede del caixer senyor que ejercerá durante un cuatrienio, Borja Saura. Ávidos de bullicio, jolgorio y diversión, y con el desinhibidor gin amb llimonada, la fiesta tradicional, religiosa y payesa –regida por los Protocols transmitidos durante generaciones– da paso a macrobotellones que se concentran en la zona de bares de Es Pla. Tras el cierre de los locales, a partir de las 2 de la madrugada, se suceden las aglomeraciones y situaciones de descontrol. Agentes de la policía tratan de dispersar los grupos, pero son centenares las personas que quieren seguir la fiesta hasta que el tempranero sol del solsticio de verano anuncia el nuevo día. Las imágenes de estos encuentros masificados, con alcohol en la mano, difundidas por las redes sociales, provocan rechazo e indignación por sus consecuencias sanitarias.