En Balears más de un millar de personas padece esclerosis múltiple, una enfermedad crónica que afecta a distintas estructuras del sistema nervioso central. El sistema inmune lesiona la mielina –vaina que rodea y protege las células nerviosas–, e impide la transmisión de los impulsos eléctricos y el funcionamiento normal de las fibras nerviosas.
Además del tratamiento médico y la neurorehabilitación, existen terapias complementarias que mejoran la calidad de vida de los pacientes, entre ellas la hipoterapia o terapia asistida con caballos. Los movimientos del équido son análogos a los realizados por el hombre al caminar, por lo que se emula la marcha humana, el movimiento continuo mejora el control postural y el equilibrio, y el calor local proporcionado por el animal relaja la musculatura.
Bienestar
«Si me tocase la Primitiva, vendría cada día», aseguró Pep Perelló, un hombre de 49 años a quien le diagnosticaron EM en 2008. Perelló realiza una sesión semanal desde hace cinco años, actualmente en el Centre Hípic Son Reus, y afirma que mejora su bienestar general: «Psicológicamente me ayuda mucho. Tras la actividad noto un subidón tremendo: estoy en contacto con la naturaleza, al aire libre, con otras personas, etc. Me siento autónomo de nuevo y aumenta mi autoestima, aunque la enfermedad sea degenerativa hoy puedo hacer cosas que, dos años atrás, parecían irrealizables».
Enric Brunet, fisoterapeuta y director del servicio de día de la Associació Balear d'Esclerosi Múltiple (ABDEM) señala que «a nivel social es una actividad con muy buena acogida. Debe venir muy marcado y reglado por un profesional, y debe calibrarse la carga, pero el ejercicio físico resulta vital». La mayoría de las personas que padecen EM sufren los llamados ‘síntomas invisibles': la fatiga y la espasticidad, un aumento del tono muscular consistente en una contracción continua de los músculos, son dos de las dolencias más incapacitantes.
Cuando sube al caballo, Perelló necesita la ayuda de tres personas, pues tiene una movilidad muy reducida. Cuando acaba la sesión se siente relajado e incluso puede doblar las rodillas. «Tras la sesión, la espasticidad desaparece durante unas cuantas horas. A caballo muevo todo el cuerpo. Este es el único ejercicio con el que logro activar la musculatura profunda y simular el patrón de la marcha: me siento fortalecido, poderoso, como encima de una nube».
La importancia del terapeuta
Perelló insiste en la importancia de encontrar un buen terapeuta, imaginativo y que ofrezca un trato personalizado. Se refiere con cariño a Maria Roselló, la pedagoga que le acompaña desde que empezó. «Para mi lo más satisfactorio es ver sus caras antes y después de la sesión. Rostros de felicidad y agradecimiento con el animal y con nosotros», asegura Roselló quien, acompañada por una guía que dirige al animal, asiste al usuario y le indica los ejercicios a realizar durante la sesión. Roselló subraya la importancia de poseer una amplia experiencia con los caballos y enfatiza que este es un trabajo multidisciplinar, se requiere la valoración y asistencia de un fisioterapeuta y un informe médico que asegure que el paciente va a beneficiarse del tratamiento y no correrá riesgos innecesarios.
La elección de un buen caballo es fundamental. Debe ser un animal manso, inteligente, empático y adiestrado, que sea capaz de recibir estímulos externos sin alarmarse. Asimismo, conviene que sean animales grandes, con una zancada larga y un paso regular, que permitan la correcta transmisión de sus impulsos rítmicos al cuerpo del jinete.