La vida de Syliane Stella ha sido de todo menos aburrida. Ha vivido en primera persona la época dorada de la alta sociedad, fue una joven monegasca que enamoró al más rico del Principado con el que tuvo a su único hijo, Fabrice Pastor. Cuando éste era solo un bebe se enamoró locamente del escritor, actor y aristócrata José Luis de Villalonga y pasó a ser su estupenda señora. Para sorpresa de muchos se divorció del único biógrafo autorizado de don Juan Carlos para casarse pocos años después con el artista Jorge Bascones, un pintor sensible y rebelde que la enamoró para siempre. Enviudó demasiado pronto. Desde entonces ha permanecido callada, discreta. Syliane es de las que más sabe y de las que más calla. Rompe su silencio de años y lo hace desde su nueva casa del Port d'Andrtax, su principado particular.
¿En qué momento se encuentra?
– En la cuarta parte de la película de mi vida, pasando tranquilamente a la vejez. Nunca imaginé cómo sería esta parte de mi vida, pensé que envejecería al lado de Jorge pero no ha sido así. He tenido que recomponerme y ahora hago una vida con mi hijo y con mis nietos, que me llenan muchísimo.
¿La muerte de Jorge Bascones ha sido el único gran mazazo que le ha dado la vida?
– Sí. Estaba en Montecarlo con mi hijo pasando unos días cuando me llamaron para decirme que mi marido había muerto en nuestra casa. Fue horroroso, el primer año fue muy difícil y gracias a Dios que escuché a mi hijo y que se ocupó de mi. Después pensé que había que seguir, que bastaba de sufrir, que Jorge no iba a volver, que tenía que volver a vivir. Me maquillé, vendí mi casa de Andratx donde tan feliz había sido y me arreglé este apartamento sobre mi tienda del Port. Aquí me siento en paz, tengo el mar delante que me da la vida. Estoy solo con la gente que me gusta, la que me aporta algo bueno. No hago esfuerzos inútiles porque ya no tengo tiempo que perder, por nadie ni por nada. Viajo mucho, eso sí. Soy consciente de que he tenido una vida muy privilegiada, guardo recuerdos magníficos de un mundo que ya no existe, que no creo que vuelva a existir.
¿Cuál es su mejor recuerdo de la vida de lujo que ha vivido?
– No le sabría decir, tengo miles de buenos recuerdos. Sin duda cuando nació mi hijo pero después pienso que he tenido la suerte de haber tenido tres vidas totalmente diferentes en tres mundos que poco tiene que ver uno con otro.
¿Cómo definiría su vida con Pastor?
– Éramos una pareja joven, nos conocíamos de toda la vida. Pensé que era el amor de mi vida pero estaba equivocada, era el padre de mi hijo y un muy buen amigo y nada más. Por eso me divorcié, después encontré a José Luis, viví con él veinticinco increíbles años y después llegó Jorge con el que estuve veintidós años totalmente diferentes pero también maravillosos. He sido la esposa de un gran empresario y de dos artistas increíbles.
¿Define a José Luis como artista más que como escritor?
– No, de ninguna manera. Fue un grandísimo escritor, después un gran periodista y después está su faceta como actor, porque trabajó con los más grandes directores de cine de la época. Era un hombre con una personalidad maravillosa pero era muy fácil, me daba libertad, la convivencia con él era eso, libertad y frescura y eso que el era 25 años mayor. Me enseñó muchas cosas, muchísimas, porque pertenecía a una época y a una generación muy distinta de la mía, esa es la verdad de nuestra diferencia de edad. Mi padre nos educó en la libertad de poder equivocarse, era un hombre maravilloso que nos enseñó lo importante que era ser libres, y mis tres maridos han tenido esto en común pese a que eran muy diferentes entre sí.
¿Cómo se entendía con Bascones?
– Éramos de dos mundos totalmente opuestos pero nos entendíamos muy bien. Teníamos las mismas ilusiones, nos gustaban las mismas cosas. Lo que fue más difícil al perder a Jorge fue enfrentarme a la soledad, pues nunca antes había vivido sola. Había sido una mujer libre pero siempre con un hombre al lado. Salía de una casa para entrar en otra pero era libre cuando hoy día todo está cuestionado, todo está prohibido, nada de piropos porque están mal vistos. Nuestra juventud fue extraordinaria, antes la gente no te cuestionaba, hoy hagas lo que hagas está mal.
Conoció la época dorada de Mónaco y fue amiga de la princesa Grace...
– Era el mejor sitio del mundo, estaba todo el mundo viviendo allí. Conocías a los más importantes del mundo sin darle importancia al hecho de convivir con los actores más importantes o los artistas más famosos, o los aristócratas más elegantes. La princesa, más que ser mi amiga de manera literal, creo que lo que le gustó fue mi forma de ser. De quien sí fue muy amiga es de José Luis, ambos eran actores en Hollywood en la misma época y esto hizo que nos viéramos muy a menudo, en Mónaco o en París. Fue una gran mujer, siempre me defendió.
¿En qué sentido?
– Divorciarse de un Pastor en aquella época significaba el ostracismo social, pero ella me dio apoyo, siempre estuvo de mi parte y esto para mi en aquel momento fue clave. No se podía tener más apoyo que el que yo tuve, el de la princesa del país.
Después llega a España con José Luis, que era un Grande de España...
– Antes vivimos en París y un años después de la muerte de Franco nos instalamos en Madrid. Era una locura absoluta. Hoy día ese Madrid maravilloso, loco, no lo dejarían existir. Tras los cuarenta años de dictadura la llegada de Felipe González supuso una explosión de libertad tal que no se puede ni contar. Siendo francesa no entendía que la gente de izquierdas y de derechas no se juntaran en cenas o fiestas así que comencé a organizarlas en nuestra casa espontáneamente. Sentaba a la misma mesa a Carrillo, presidente del Partido Comunista, y a una duquesa que generalmente caía rendida a sus pies. Y viceversa. Cuando la gente es educada, culta y tiene inquietudes siempre acaban encontrando puntos de unión. Hoy en día no se discuten las ideas, no hay diálogo.
¿Cómo se tiene a cenar a un presidente de Gobierno de manera improvisada?
– Felipe era amigo nuestro desde mucho antes de ser presidente. A mi me gustaba el flamenco, me volvía loca, así que siempre organizaba noches flamencas en casa o en La Moncloa. El me preguntaba a quien había que invitar, a veces era un torero, otras una actriz de moda. Era una Moncloa abierta. Si hoy se invitara a la gente que invitaba Felipe González a su casa lo masacrarían.
¿Qué hay que hacer para ser un buen anfitrión?
– Tratar a todos por igual, sea el Rey o un guitarrista flamenco porque en la vida ellos tienen los mismos problemas que usted o que yo. Son personas.