Igual los ha visto por la calle. Gente joven saltando y haciendo cabriolas sobre bancos, paredes y todo lo que se les ponga por delante. A simple vista, seguro que más de un ciudadano piensa que son casi unos vándalos inconscientes que están destrozando el mobiliario urbano, algo que niegan en rotundo. «Posiblemente yo sepa más de muros y piedras que la mayoría y uno de nuestros objetivos es respetar y cuidar los espacios públicos porque los necesitamos para desarrollar nuestra actividad», comenta Jan Ladinik, un joven de origen checo que vive en Mallorca desde los 5 años.
Jan es el mayor de un grupo formado también por Adrián Malagamba, Álvaro Nicolás Bosch, Adrián Fernández y Mariola Fischer, que además de ser la benjamina del grupo, 14 años, es la que menos tiempo lleva practicando el parkour, una disciplina nacida en Francia a finales de los años 80. «Comencé hace dos meses porque vi a Adrián (Fernández) haciendo unos saltos y me llamó la atención. Al principio a mis padres no les hacía mucha gracia que viniera porque soy chica y esas cosas, pero ahora ya saben que son buenos chicos», comenta.
Jan, además de ser el mayor, es quien más experiencia tiene, ya que lleva practicando parkour desde hace 16 años. Cuando se le pregunta por su sitio preferido, explica: «Igual puede parecer cursi, pero no hay un sitio mejor o peor. Cada lugar es un lienzo en blanco y el cuerpo es el pincel. De lo que se trata es de explotar la creatividad que tiene cada uno».
Según las características físicas del practicante, se decantan por un estilo u otro. «A mí me gusta más, por ejemplo, pasar de un salto dos obstáculos, mientras que Jan es más de conectarlos con saltos más pequeños», cuenta Adrián Malagamba, que además de ser el segundo más veterano, es el único junto a Jan mayor de edad.
No existe una estética concreta, pero igual los atuendos recuerdan un tanto al rap. Tampoco hay una marca de zapatillas más adecuada que otra. Lo que buscan son modelos que tengan poca suela por delante para controlar la recepción y mucha suela detrás para proteger talones y tobillos. «Lo primero que se aprende es que lo peor es caer con los talones», explica Malagamba. Ninguno, salvo él, ha tenido lesiones importantes. «Me rompí el menisco y estuve parado un año y medio».
Todos quieren destacar que no son unos locos. «Antes de hacer un salto se visualiza, se entrena realizando otros parecidos y hasta que uno no lo tiene claro y los demás no le dan su aprobación, no lo hace. A nadie le gusta hacerse daño y queremos llegar a casa enteros», aseguran.