Las secuelas de la pandemia y el confinamiento no se están haciendo esperar. Y los más jóvenes lo padecen también, en cuerpo y mente.
Rebeca Corbacho, psiquiatra infantil y juvenil de la Unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) de Son Espases, confirma que la crisis del coronavirus ha tenido un efecto claro en las pacientes TCA y en aquellas susceptibles de desarrollarlo: «El encierro ha tenido un impacto importante en nuestras pacientes jóvenes y muchos de los casos nuevos que nos están llegando ahora empezaron a desarrollar trastornos de la conducta alimentaria durante el estado de alarma o la desescalada».
Corbacho apunta los motivos de este aumento de los casos: «Ha habido una mayor fijación sobre el cuerpo. Se han producido cambios a nivel de alimentación y de ejercicio físico. La gente pensaba que, por no poder salir de casa, tenía que comer menos o debía hacer más ejercicio, pero a la vez pasaba mucho más tiempo pensando en comida, en cocinar, en hacer pasteles... las redes sociales estaban plagadas de personas tras los fogones. En los adolescentes, por ejemplo, hemos constatado un aumento brutal de las horas dedicadas a las redes sociales, con una sobreexposición a un ideal de belleza irreal casi siempre inalcanzable. Al final conduce a un aumento de la insatisfacción con la imagen corporal, creciendo así el riesgo de desarrollar un TCA».
El peligro de las redes
Atentos a las cifras: los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) son la tercera enfermedad crónica más frecuente entre adolescentes y la patología mental con mayor mortalidad. Le pasa prácticamente a uno de cada 10 españoles. Según datos de 2019, alrededor de 400.000 personas en nuestro país padecen este tipo de trastornos. La mayoría de los afectados (el 94 %) son mujeres de 12 a 36 años, aunque no dejan de aumentar los casos entre varones y en menores de 12 años.
Lo confirman los responsables de la unidad especializada en este tipo de enfermedades de Son Espases. Llegan casos cada vez graves, que requieren de ingreso inmediato. En cuanto al perfil, la psiquiatra Rebeca Corbacho apunta a un aumento de TCA entre chicos adolescentes y niñas más pequeñas, con edades comprendidas entre los 9 y los 10 años.
La presión social respecto al físico y los cánones estéticos es cada vez mayor y la alta exposición pública a la que nos dejamos someter por las redes sociales no es, ni mucho menos, un buen aliado. Y menos para una generación de jóvenes para la que los ‘me gusta' se han convertido al mismo tiempo en una dictadura y en auténticos parámetros de aceptación social.
Prevención en la escuela
«Los chavales tienden a ‘olvidarse' del desayuno; también se obsesionan con el cuerpo y hacer deporte para machacarse, no por afán deportivo, sino para quemar calorías», enumera preocupada Isabel Fernández, profesora de Biología con 16 años de carrera a sus espaldas y coordinadora de la comisión de Salud del IES Guillem Sagrera de Palma: «Si caen en comportamientos de la alimentación que no son correctos, los problemas de TCA pueden aflorar».
Su compañera Raquel Matas, secretaria del centro, apunta también el extremo opuesto, el aumento de la obesidad entre los más jóvenes «porque no han recibido pautas saludables», dice, al tiempo que llama la atención sobre el abuso del consumo de alcohol y de bebidas energéticas tipo Red Bull. Ya se ha prohibido su venta en el centro escolar, pero aún así las traen de fuera. «No sé si piensan que les permite concentrarse mejor o estar más activos, pero contienen muchísimos azúcares y habría que controlar su consumo indiscriminado a según qué edades. Si no, la obesidad se dispara».
Por este motivo han impulsado una iniciativa pionera en la Isla: poner sobre la mesa los problemas que afectan a los más jóvenes mediante testimonios en primera persona. Así, han organizado ya dos charlas online en Bachillerato con la asociación estatal Comedores Compulsivos Anónimos, que ha puesto sobre la mesa con sus vivencias la magnitud del problema y la facilidad con la que se puede caer en un trastorno de la conducta alimentaria.
«La reacción ha sido francamente positiva. Una alumna se sintió muy identificada y ha hablado sobre el tema con sus padres y otra nos preguntó qué pasos seguir con un amigo que cumplía muchas de las pautas», explican las organizadoras de las charlas, que ya han contactado con Alcohólicos Anónimos y una asociación que apoya a hijos de padres alcohólicos para realizar una charla sobre el consumo desmedido del alcohol y sus consecuencias. «Visibilizar los problemas. No hay mejor receta», apuntilla Raquel Matas.