No hay mayor dolor, para un costalero, que el no poder salir portando su paso en Semana Santa. Y ya van dos años seguidos que se suspenden las procesiones a causa de la COVID-19. Pese a ello, algunos cofrades siguen ensayando, entrenando y estando en contacto con sus compañeros. Añoran hasta las agujetas en todo el cuerpo y el intenso dolor en la séptima vértebra, donde se coloca el costal, el día después de la procesión.
De su nave, en un solar de la carretera de Bunyola, integrantes de la cofradía Nuestro Padre Jesús del Buen Perdón y de Nuestra Señora de las Angustias, que preside Marisa Pérez, sacan parte del paso. Para acatar las normativas sanitarias, no se reúnen todos los que quisieran para explicarnos cómo se encuentran tras dos años sin procesiones de Semana Santa.
El gran momento
Por lo general, tras las fiestas de Navidad, los miembros de las cofradías, y en concreto los costaleros, empiezan a prepararse para el gran momento. «Entre una y dos veces por semana dedicamos tiempo a ensayar el paso», comenta Cristina Barragán, de 26 años, quien junto a Vanesa Romero, Gema Cerezo y Denise Santa Izabel de Olivera han levantado el paso del Cristo. Por el contrario, Catalina Munar, auxiliar en una clínica dental, aún no se ha estrenado. «Iba a salir el año pasado y aquí seguimos». La cuadrilla de hombres lleva el paso de la Virgen. Los sanitarios José Miguel Borrás y Nicolás Bordoy, y los miembros de seguridad Tomeu Mercadal y Juan Pérez son expertos fieles que no fallan por estas señaladas fiestas. «En los momentos de flaqueza, cuando el cuerpo no puede más, entre todos nos apoyamos psicológicamente», comenta Juan Pérez, quien a sus 67 años de edad confiesa que «esto me da fuerza».
Los cofrades de Palma viven con tristeza la Semana Santa de este año, como los miembros de la cofradía castrense Humildad y Paz. Francisco Serrano, hermano mayor, está al frente de 260 hermanos desde 2008. «No salir con nuestros pasos a la calle es doloroso, pero nos da la posibilidad de recibir la Semana Santa con más recogimiento». En esta cofradía los hombres ensayan los sábados, mientras que las mujeres, los viernes. Dos pasos diferentes que en el caso de la Virgen de la Paz, cuenta con un peso de 1.400 kilos y es portada por una treintena de mujeres. «Practicamos la coreografía y cogemos fondo físico. Las mujeres nos preparamos igual que los hombres, aunque sufrimos más de las caderas porque el paso y los movimientos son distintos», aseguran Edurne Ruiz y Esperanza Quintana. Por su parte, Inmaculada Muñoz, quien ha salido solo una vez con el paso, ya ansía el momento de repetir. La cuadrilla de las mujeres, además, prepara todo el exorno floral de los pasos y del altar, cuando hay culto.
Muchas son las anécdotas e inolvidables momentos para los costaleros a quienes les une la fe, ingrediente esencial a pesar de que combaten la falta de energía con agua, chocolatinas y algo de glucosa durante la procesión.