Margarida Borràs posiblemente sea la primera persona transexual nacida en Mallorca; al menos la primera cuyas vivencias y experiencias se han documentado. La historia de las personas que pertenecen a colectivos minoritarios y no reglados como este es un largo periplo de persecución y sufrimiento, que en el caso de Margarida se ejemplifica bien durante todo su recorrido y especialmente en su final: torturada, vejada y expuesta en público como advertencia a otros y otras que sintieran como propio el hecho de haber nacido en un cuerpo equivocado. Pero, ¿quién fue Margarida Borràs? Allá va una aproximación a la figura de una pionera a la que cientos de años después se le rinde tributo cada año justo al lado de nuestras fronteras baleares.
Margarida Borràs nació siendo un niño en Ciutat de Mallorca. La fecha de su nacimiento no está muy clara, aunque probablemente llegara al mundo en los primeros años del siglo XV en el seno de una familia acomodada de la actual Palma. La bautizaron con el nombre de Miquel, y algunas fuentes apuntan a que era hija de un importante notario de la Isla.
Desde su infancia y juventud a sus mentores les sorprendió el hecho de que se considerara a sí misma del género femenino; se sentía como tal y hablaba y se vestía en consecuencia, según refieren las crónicas de la época. Todos los intentos de 'reeducarla' fueron en balde. No se sabe concretamente el motivo por el que se trasladó a vivir a València. Sin embargo, en su nueva ciudad también frecuentó los círculos de la alta sociedad valenciana, donde por motivos obvios no pasó desapercibida entre las élites sociales.
Su popularidad debió crecer hasta supuestamente comprometer el orden público, de modo que las autoridades decidieron pasar a la acción de forma contundente. Corría el año 1460 cuando la prendieron, dieciocho años antes de la creación de la Santa Inquisición Española, una de las pocas instituciones compartidas por los Reinos de Aragón y Castilla durante largo tiempo, que en el caso aragonés contaba con el precedente de la inquisición pontificia desde 1232.
De sus tentáculos probablemente partió la idea, que se fue extendiendo como una mácula, para que a Margarida Borràs se la considerara una sociópata, y como tal fue detenida y torturada. Su vida acabó con una ejecución pública, ahorcada en la plaça del Mercat de la ciudad de València como se hacía en la época medieval con los criminales más detestables, aunque en su caso con los genitales masculinos a la vista de todos.
Por si fuera poco su cuerpo fue vejado después de muerto y desechado en una fosa común. En su caso el único ‘delito' que consta en la historiografía fue el de sentirse mujer en el cuerpo de un hombre, y no renegar de ello ni esconderse ante los ojos de los demás.
Recientemente el Museu d'Història de Manacor ha recordado en las redes sociales la figura de esta personalidad única en la historia de Mallorca y relativamente desconocida, al menos en nuestra Isla. En la Comunitat Valenciana sí es un personaje más apreciado y reivindicado, e incluso se le concedió una calle. Además, la plaza valenciana donde la mataron luce desde hace años una placa que recuerda de homenaje.
Esta popularidad se debe, en gran parte, a la labor del profesor Vicent Josep Escartí, quien a finales del siglo XX escribió un artículo a partir de la muerte de Margarida Borràs, que alcanzó un importante eco mediático en los colectivos LGTBI de València, hasta el punto de que en 1995 el colectivo de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales de Valencia Lambda instauró los Premis 28 de juny, rebautizados en 2002 como Premi Margarida Borràs para reconocer a las personas y entidades que han destacado por su trabajo contra la homofobia, la transfobia y la bifobia, así como para la defensa de los derechos del colectivo LGTBI, en recuerdo y tributo a la primera persona asesinada por el odio y la discriminación al que siente y ama diferente.