Alexandra Senes resulta incalificable puesto que cuando piensas que has descubierto su esencia cambia de registro a la velocidad de un cometa dejando millones de huellas tras de sí. Las palabras elegantes, la idea suprema del lujo, de la que es experta, y la nueva forma de comunicarlo manan a borbotones también en los gestos de esta periodista inusual que viaja por el mundo para regalarnos una vida para recordar, fugaz e increíblemente atractiva. Alexandra es un laboratorio de ideas que aprendió a conjugar en todo el mundo. Desde Dakar, donde nació, a Nueva York, donde creció, y París, pasando por alguna capital provinciana francesa de la que no guarda un gran recuerdo. Admiró y estudió miles de kilómetros que la impulsaron en muchas órbitas. Periodista, diseñadora, jefa de empresa... Su compañía Kilomètre habla precisamente de esto.
¿Cómo la presento?
–Es difícil describirme brevemente. ‘Bordo' viajes, literalmente, sobre las camisas y también en guías que estamos desarrollando para hoteles de lujo en todo el mundo. En estos momentos soy la propietaria de una marca, Kilomètre, que tiene dos cabezas, una de objetos de moda creados artesanalmente en países como Marruecos, Perú, etc, siguiendo una línea de lujo que vendo a otras 24 marcas o boutiques, y también soy una agencia, que es lo que ahora estoy desarrollando en Mallorca con mi equipo.
¿Bordar una guía para hoteles igual que se borda una camisa?
–Hemos hecho, ‘bordada', la guía de Le Cheval Blanc de Saint-Tropez. ‘Bordamos' una historia sobre la ciudad y lo que ofrece a sus visitantes y que, como en los cuentos que nos contaban nuestras abuelas, va más allá de la simple historia. Cuando algo trasciende la historia común, en Francia decimos que lo hemos ‘bordado'.
Guías turísticas hay muchas y muy buenas…
–Sí, pero no es a lo que nos dedicamos nosotros. Vamos a un público muy exclusivo, acostumbrado a viajar, y que lo que quiere es conocer el lugar a través de sus habitantes. Sin una guía del lugar es difícil conocer los sitios que los mallorquines frecuentan y a qué horas se debe ir para encontrar determinado ambiente. O donde comprar las sobrasadas que consumen los mallorquines. Detesto el término ‘Vivir una experiencia', es puro márketing para gente inculta. Yo hablo de explorar una marca que huye siempre de hacer vivir la misma historia a todo el mundo. Hay que buscar otra forma de ver los lugares, no repetir modelos que están ya obsoletos. No puedes enviar a todo el que viene a es Trenc cuando hay playas maravillosas que incluso en agosto están vacías. Es precisamente en eso en lo que fallan las guías al uso y es eso lo que nosotros proponemos.
Para eso hay que conocer muy bien un lugar…
–Así es, me gusta vivir fuera de lo establecido, probar, explorar, exprimir lo que conozco. Soy periodista desde los 20 años, he trabajado para Elle, Le Nouevelle Economiste, Le Monde... He escrito sobre sociedad y sobre la vanguardia, siempre antes de que se convierta en lo más cool, de moda. Por eso estoy establecida en Mallorca, para ser la primera en descubrir la nueva Isla que nace ya y que nacerá después de la pandemia.
¿Está segura de que Mallorca habrá cambiado tras estos tiempos tan difíciles?
–Ya lo está haciendo, y más vale que nos pille preparados. Lo que ofrece Mallorca a los que venimos de fuera no lo ofrece ninguna otra isla del Mediterráneo, pero hay que dar calidad siempre. Y más ahora en que tengo la impresión de que la Isla esta siendo utilizada como zona cero de una investigación de lo que será el nuevo turismo.
¿Cómo decidió crear su marca propia Kilomètre?
–La manera de viajar ha pasado de moda. Entonces creé Kilomètre, en la que soy el director de orquesta pero los que crean son los ilustradores, los diseñadores que yo contrato. Los busco en todo el mundo, es un trabajo enorme y serio. Solo quiero a los mejores, aunque sea agotador estar en la búsqueda constante de genios. Recuerdo haber entrevistado a Alexander McQueen en su estudio. Me impresionó su humildad de hijo de taxista pero que trabajaba solo con gente que podía enseñarle algo. Es lo que yo hago, trabajar únicamente con gente que me aporta cada día.
Los viajes, los hoteles de lujo, ¿sobrevivirán a la COVID-19?
–Han de cambiar. No puede ser que la habitación sea igual estés en el lugar del mundo en el que estés. Hay compañías que ya lo han entendido y ofrecen producto local de calidad. Llegar a Mallorca se ha de notar en todo, en los colores, en la forma de recibir al viajero, en los aromas, en la comida. No se puede recibir aquí igual que en el Caribe. Ese es mi trabajo, hay mucho por hacer en todo el mundo antes de que podamos viajar de nuevo. Hay que repensar la hotelería, desde el conserje y la manera en que te habla, pensar en cómo ofrecer calidad y diferencia.
¿Cuándo conoció Mallorca por primera vez?
–Hace seis años y vine con una idea equivocada. Fui a Deià pensando que solo existía ese pueblo y que el resto no valía la pena. Es lo que nos venden, la imagen que proyectan de la Isla es muy equivocada. Regresé hace año y medio para el cumpleaños de una amiga y descubrí Palma y ses Salines. Quedé fascinada con la belleza de la ciudad, totalmente enamorada. Recuerdo ir a Cala Mondragó a las 7 de la mañana, me volví loca. Me enamoré para siempre. Entonces propuse a la revista Côté Sud hacer un gran reportaje sobre la Isla y su primera reacción fue decirme que mejor Eivissa. Les dije que sentía que en Mallorca está pasando algo grande, que está todavía por descubrir y que hay que mostrar la fuerza de la Isla a través de los mallorquines. Ha llegado el momento de respetar lo que es de verdad mallorquín, de respetar el verdadero tempo de la Isla. El que no lo entienda está perdido.