José Antonio Zarzalejos (Bilbao, 1954) ha escrito 'Felipe VI. Un rey ante la adversidad', el primer libro que ahonda en la figura del Monarca desde que sucediera a su padre, Juan Carlos I, en 2014. Zarzalejos ha sido director de El Correo Español-El Pueblo Vasco y ABC. En la actualidad, es analista de El Confidencial y colaborador de la Cadena SER y de Radio Nacional de España.
¿Sabe si donde más feliz está el Rey es en Mallorca?
— No, no me consta. Pero sí que a él se le ve feliz en Marivent y en Mallorca, donde practica una de sus aficiones como es la vela, que le viene de tradición familiar.
Una tradición que no continúan sus hijas. ¿Sabe la razón?
— No. Es un tema que no he abordado en la investigación para escribir el libro.
Siempre se ha dicho que a la reina consorte Letizia no le apetece venir a Mallorca.
— Pues de todas las personas con las que ha hablado ninguna me ha dicho que doña Letizia no se encuentre a gusto en la Isla. Me sorprende que se piense eso.
¿Qué cree que pasó el famoso Domingo de Resurrección de 2018 en la Catedral de Palma?
— Fue un incidente muy inapropiado y que los miembros de la Familia Real deben evitar por resultar muy poco edificante. Se trató de concepciones muy diferentes entre la madre y la abuela de cómo deben estar en público y cuánto se debe proteger la intimidad de la princesa Leonor y la infanta Sofía. Pero de esto han pasado más de dos años. Ahora la princesa Leonor tiene 15 años y ya en 2019 ha tenido varias apariciones públicas. El tema se habló, se resolvió y se quedó en que nunca se volvería a producir un incidente similar. Y el Rey propició a los pocos días una aparición de su madre, su esposa y sus hijas juntas.
En el libro defiende mucho el papel de doña Letizia.
— La reina consorte no procede de la aristocracia ni de ninguna familia real. Hubo que hacer un ejercicio de adaptación de usos, costumbres y modos de conducirse en el ambiente de la Familia Real. Dicho esto, también tiene el derecho de cambiar algunos de estos usos y costumbres, como por ejemplo en lo que hace referencia a la educación de sus hijas, y a jugar un rol representativo y simbólico diferente al de su suegra. La Reina se ha entregado al apoyo a su marido en los momentos más difíciles y a la educación de sus hijas sin intermediarios. Lo Reyes han decidido crear un ambiente familiar que ellos no tuvieron, con afecto, cariño y con un área de confort emocional para los cuatro.
Hábleme de la reina emérita.
— La reina Sofía tiene una muy buena imagen en la sociedad española. Es una mujer que ha tenido que sufrir mucho. No ha conectado mucho con la sociedad española. Es más, es ésta la que le da esa admiración en contraste con algunos comportamientos absolutamente impresentables de su marido. El momento de mayor reconocimiento lo dio su hijo en su discurso ante las Cortes Generales el 19 de junio de 2014 con motivo de su proclamación como rey. Le dedicó un párrafo y los miembros de las Cortes se levantaron y le otorgaron un largo y cálido aplauso.
¿No resulta anacrónico que el Rey quisiera obligar a la infanta Cristina a divorciarse de su esposo, Iñaki Urdangarin?
— Sí, totalmente anacrónico, pero fue el rey Juan Carlos quien lo intentó, al igual que presionó para que renunciara a sus derechos dinásticos, lo que tampoco logró. Felipe VI le reclamó que renunciará a esos derechos dinásticos como un acto de reparación frente a la sociedad española ante su situación judicial y lo que sí hizo fue revocar en 2016 el título de duquesa de Palma, que le había sido concedido por su padre en 1999 con motivo de su boda. No era un conducta digna ni edificante que una persona que por aquel entonces pertenecía a la Familia Real se sentase en un banquillo y tuviéramos un espectáculo tan insólito como ver a una hija y hermana de rey en esa situación.
Todo comenzó con la compra del palacete de Pedralbes. ¿Cree que fue una idea sólo de Iñaki Urdangarin?
— Yo he escrito un libro sobre Felipe VI, no sobre Cristina de Borbón. Cito el caso Nóos como el origen de una crisis en la Familia Real, pero no he indagado en su caso. Sí que menciono el palacete de Pedralbes como la expresión de haber ganado mucho dinero y comparo su coste, que dobló al de la construcción del pabellón del príncipe Felipe a un kilómetro del Palacio de La Zarzuela. Fue muy poco discreto.
¿Fue doña Letizia la que instó a su marido a distanciarse de Iñaki Urdangarin, con el que mantenía una buena relación?
— No, no, no. Es que las cosas no van por ahí. El Rey decide en función de sus responsabilidades institucionales y como jefe de la familia. No toma decisiones de tanta gravedad ni de tanto alcance porque tenga la influencia de éste o de aquél o porque su mujer se lo sugiera. El Rey tiene un jefe de la Casa que es abogado del Estado, un secretario general, una asesoría legal, que es la Abogacía del Estado, y una serie de funcionarios que proceden de los altos cargos de la Administración, que son quienes le asesoran. Hay que extraer del ámbito de las influencias domésticas o amicales las decisiones del Rey y situarlas siempre en el ámbito institucional. La reina Letizia puede tener su criterio, pero no tiene ninguna relevancia institucional, sólo la tiene de forma simbólica.
En el libro es muy crítico con el rey emérito. Usted, que ha sido director del diario más monárquico de España como es ABC, ¿qué relación tenía con Juan Carlos I?
— Primero tuve relación con don Juan Carlos cuando era director de El Correo en Bilbao, en el año 1993 y hasta 2004; cuando dirigía ABC tuve una relación formal. Pero fue la misma que ha tenido con otros directores, editores o representantes de la sociedad civil. A don Felipe le conozco desde 1999 y he tenido más oportunidades de hablar con él y de escucharle que con su padre.
Usted ya apunta en el libro a que la princesa Leonor estudiaría fuera. ¿Le parece una decisión acertada?
— Curiosamente se confirmó el día que se presentó el libro (el pasado 10 de febrero). Y me parece una decisión absolutamente acertada y no puedo llegar a entender las críticas que me parecen completamente insolventes. La princesa de Asturias tiene que salir del área de confort doméstico, familiar y colegial. Va a ir a un centro donde la mayoría de sus alumnos son becados y el resto de los padres tienen capacidad para pagar los estudios de sus hijos. Conocerá un sistema educativo diferente y estará en contacto con personas de origen nacional, cultural y social diferentes. Me parece que es una experiencia formativa muy razonable para una persona llamada a ser jefe del Estado. El propio Estado financia estudios y formaciones en el extranjero a militares o personal de la Administración. Y todo ello no significa nada peyorativo sobre el sistema educativo español, ya que la princesa Leonor estudiará en universidades públicas españolas y pasará por las academias militares. Hemos pasado de un consenso permisivo hacia el rey Juan Carlos a un consenso inquisitorial a Felipe VI. Hombre, ni tanto, ni tan poco. Vamos a intentar conservar la ecuanimidad.
¿Cómo cree que le habrá sentado al Rey el resultado de las elecciones en Catalunya?
— No lo sé. No he tenido la oportunidad de conocer sus impresiones. Indudablemente la situación en Catalunya preocupa a los catalanes y también al resto de los españoles. Se ha registrado una alta abstención con una mayoría parlamentaria independentista y vamos a ver si del fracaso del proceso soberanista y de la unilateralidad se ha obtenido la gran lección que consiste en que en política hay que dialogar pero sin plantear conflictos irresolubles, y que ese diálogo se tiene que enmarcar dentro del ordenamiento jurídico vigente y estos son la Constitución y el Estatuto de Autonomía de Catalunya. No hay más allá. ¿Se puede incrementar el autogobierno? Sí. ¿Mejorar la financiación? Desde luego. Pero no se pueden cruzar unas líneas rojas que es la unidad territorial del Estado. Eso está clarísimo.
La mayoría de los catalanes dicen que se les tiene que permitir votar para decidir su futuro.
— La democracia no es sólo votar. Eso es una parte de la democracia. En el franquismo también se votaba y está la expresión votación ‘a la búlgara' en la que el resultado era del 90 por ciento a favor de la opción del Gobierno. Lo electivo en una democracia es fundamental, pero tiene que conjugarse con otras realidades institucionales y con otros reconocimientos de derechos y libertades... La democracia es un sistema de convivencia en libertad con reglas de compromiso que todos asumimos voluntariamente porque son legítimas.
¿A la Monarquía le pasa como al mundo de los toros, donde se dice que los mayores enemigos están dentro?
— Es cierto. Ya lo dice el dicho de que no hay peor cuña que la de la misma madera. En este momento la hostilidad le llega al Rey por los problemas que le causa la conducta de su padre, cuyo alcance no conocemos todavía del todo, y también tiene unas adversidades de carácter político porque han emergido con una relativa fuerza un buen número de escaños republicanos. Pero esto último tampoco es una situación anormal. Hay republicanos en Inglaterra, Noruega, Dinamarca, Suecia... Lo importante es que la democracia y la monarquía sean sinónimos en cuanto a buena calidad democrática. Y España, al igual que estos países, está en la parte alta del ranking de las democracias de más calidad y esto es lo que nos debe importar.
¿Sabe si el libro ha llegado a La Zarzuela?
— Sí, porque la editorial Planeta envió dos días antes del lanzamiento del libro diversos ejemplares tanto a La Moncloa como a La Zarzuela.
¿Ha tenido alguna reacción?
— No, aún no. Pero confío en que en un determinado momento me llegará alguna impresión creíble de lo que les ha parecido el libro y supongo que unos aspectos les habrán parecido bien, otros no tanto y algunos no les habrán gustado nada. Pero no es una variable que he tenido en cuenta a la hora de escribir el libro. Lo he escrito desde un planteamiento informativo e independiente. Tengo 66 años y 43 años de profesión y no estoy para complacer a unos o a otros.