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Churrería Rosaleda: Veteranía ante la crisis

Vecinos, trabajadores de la zona y clientela de toda Mallorca acuden a recoger sus pedidos a la churrería Rosaleda. | Julián Aguirre

| Palma |

En 1966 el matrimonio Bonnín-Fábrega, tras varios años vendiendo buñuelos, almendras garrapiñadas, etc., en mercados y ferias de toda Mallorca, decidió abrir la churrería Rosaleda, un pequeño local en la Costa de la Pols, 2, en Palma, donde los churros y patatilla artesanal se convirtieron en sus productos estrella.

Lucas Gelabert y María Bonnín, segunda generación de la familia en el negocio, asumieron la Rosaleda en 1973, y en 1989 el matrimonio dio paso a su hija, Antonia Gelabert, y al marido de ésta, Juan Ferrer, quienes siguen manteniendo la churrería y chocolatería Rosaleda con una clientela que llega desde toda Mallorca. En la actualidad, Antonia y Juan cuentan con su hijo Xavi, quien tras finalizar sus estudios en la Escola d'Hotelería, se ha incorporado al negocio. «En plena temporada, de noviembre a enero, contamos con tres empleados más nosotros tres. Ahora mismo las circunstancias nos han obligado a tener sólo una camarera», comenta Juan Ferrer, y recuerda que «desde que se abrió nunca hemos cerrado el negocio, excepto 15 días de vacaciones en agosto, ni siquiera cerramos cuando con el Pla Mirall –año 2000– se levantó durante semanas toda la calle y no podían pasar los clientes».

Xavi Ferrer, Antonia Gelabert y Juan Ferrer, al frente de la emblemática chocolatería-churrería Rosaleda.

Al igual que para la mayoría de empresarios del sector, la situación de la churrería-chocolatería Rosaleda es ahora complicada. «Abrimos por imagen. Con lo que ganamos no llegamos a cubrir los gastos, y eso que los clientes nos apoyan y les estamos muy agradecidos». La situación les ha llevado a recurrir a los ahorros. «Hemos tenido paciencia y esperanza con la pandemia, pero estamos tirando de ahorros, e incluso hemos tenido que recurrir a un préstamo ICO. En el fondo soy optimista y espero que esto se arregle pronto», confiesa Juan Ferrer.

Desde primera hora de la mañana, muchos se acercan a por chocolate caliente, cafés, ensaimadas, quartos, churros, etc., para desayunar. Algunos realizan sus pedidos para llevar y compartir en familia o con compañeros del trabajo. «Tenemos ganas de abrir las puertas y que vuelva el ambiente familiar, niños que venían con sus padres y ahora vienen con sus hijos». Tradición que sigue viva en la Rosaleda.

Una clienta recoge su pedido.

Churros, ‘quartos' y chocolate

A diario se elaboran deliciosos churros y buñuelos, que junto a quartos y ensaimadas, son sus productos estrella. A los cafés y chocolates calientes para desayunar, se incorporan bocadillos y pasteles para deleitar a media mañana.

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