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Sara Botton, 'influencer': «Nunca me verán en actitud provocadora»

Sara Botton combina un bolso Chanel con una sudadera. | Esteban Mercer

| Palma |

La vida de Sara Botton, canadiense por nacimiento, de padre estadounidense, casada con un mallorquín perteneciente a una conocida familia de hoteleros, ha sido un viaje continuo que la ha llevado a vivir y trabajar desde Palma para todo el mundo. Sara es una prestigiosa influencer con cerca de cien mil seguidores en su cuenta de Instagram y otros tantos en su perfil de Tik Tok, conoce como nadie la forma en que estas redes sociales afectan a la sociedad en la que vivimos y lo importante que es saber manejarlas y qué límites ha de imponerse uno mismo.

¡Qué hace una canadiense casada con un mallorquín!

–Sí, suena exótico pero no lo es en absoluto. Estoy feliz viviendo en Mallorca. Nos conocimos en 2005 y hasta hoy, y eso que no fue fácil al principio. Fue en un crucero por el Mediterráneo en el que él viajaba con sus padres y yo con los míos. Después cada uno regresó a su país y nuestra relación continuó por messenger durante cuatro años como amigos. Nos casamos en 2013 con dos bodas, en Canadá y en Mallorca.

¿Cómo es aterrizar siendo tan joven en una familia tan mallorquina como la de su marido?

–Se llama Fernando Antich Barceló, ellos no pueden ser más mallorquines. Al principio, solo hablaba inglés pero su familia me acogió con tanta amabilidad, fueron tan abiertos, que me hicieron sentir cómoda enseguida. Incluso ya hablo un poco de mallorquín, y lo entiendo casi todo.

¿Cómo se convirtió en influencer?

–No me dedico solo a las redes, también doy clases de inglés y soy madre de una niña muy pequeña, que no es poca cosa, en Canadá era profesora de piano. Me gusta mezclar moda, llevar un bolso de Chanel combinado con un abrigo de Zara y una falda vintage, por ejemplo, darle a cada pieza muchas utilidades combinándolas de mil maneras distintas. Cuando llegué a España vivimos en Jerez, por la profesión de mi marido, que era militar. Como no podía trabajar en nada porque no hablaba español comencé creando un blog de moda, después llegó Instagram y ahora Tik Tok, que es lo último, está cogiendo una fuerza brutal.

¿Cómo ha conseguido captar a tantísima gente de todo el mundo sin ser actriz ni modelo?

–Creo que es porque mezclo mucho y tengo un estilo bastante accesible que la gente puede imitar fácilmente. Me gusta inspirar a la gente mostrando los sitios donde estoy, sobre todo a los anglófonos, y también muchos luxemburgueses puesto que estuvimos cuatro años viviendo allí y llegué a ser muy conocida. En esa época, mi marido trabajaba en la OTAN. Me gusta contar mi vida real y solo publico lo que puedo y me gusta. A mi marido no le gusta nada figurar, así que no le saco; no me gustan los posados que insinúan algo que no soy, así que nunca me verán en una actitud provocadora. Desde que somos padres, decidimos venir a vivir a Mallorca y vamos a quedarnos para siempre porque no hay mejor lugar en el mundo.

¿Cómo ve el mundo desde sus ojos privilegiados?

–He tenido la suerte de conocer mundo y a mucha gente interesante. Siento que al tener tantos seguidores tengo cierta responsabilidad con ellos. Por ejemplo, si una niña, o joven, me pide mi peso jamás lo doy porque soy de constitución delgada pero me niego rotundamente a fomentar la anorexia o un perfil de mujer que no es real. Respondo siempre con mucho tacto para influir de forma positiva. Yo misma, con treinta y dos años, me doy cuenta de que soy impresionable. Con las redes hay que ir con mucho cuidado, y más en esta época tan difícil, en la que la gente pasa su tiempo, que es mucho, pegada a una pantalla, porque no trabajan o porque están encerrados en sus casas.

¿Cómo maneja los celos, las envidias de ciertos seguidores?

–Intento no hacer sufrir a nadie, pero es verdad que la envidia existe. Me gustaría pensar que la pandemia, al menos en este mundo al que me dedico, nos va a humanizar, pero no lo creo. Me temo que volveremos a donde estábamos. No sé si es bueno o malo, pero a los humanos nos cuesta desaprender. Volveremos a darnos besos y un día sacaremos del armario un abrigo antiguo y en uno de los bolsillos aparecerá una mascarilla y recordaremos lo vivido como algo lejano. A mí lo que más me gusta de los españoles es que sois tan expresivos, besucones y tocones. En Canadá, nadie sin conocerte te diría para saludarte ‘¡Hola guapa!'.

¿Le choca?

–La primera vez que fui a ver a mi hoy marido ‘en persona', su compañero de piso me saludó con dos besos. Me quedé muerta, no lo esperaba. En mi país somos más fríos, más distantes. No nos tocamos, ni entre hermanos. Si un norteamericano no viaja, no sabe que hay otras formas de relacionarse en el mundo.

¿Influirá en la moda la situación que estamos viviendo?

–Ya lo ha hecho. Los escaparates están llenos de ropa para hacer deporte o estar en casa. No vestirte aunque no vayas a salir de casa es un error, genera tristeza. No hay que dejarse. Ponerse una sudadera con gracia anima el día, y cambiar el pijama por algo bonito nos sube la moral. Cuando te sientes bien por fuera te sientes mejor por dentro, no hay duda. Hay que mantener las buenas costumbres.

¿Qué consejos daría a las jóvenes que quieren ser como usted?

–No quiero parecer pretenciosa pero el tiempo ha pasado. En Instagram es difícil, el mejor momento era 2015, ahora es Tik Tok el que se lleva la palma, tiene un algoritmo diferente de IG. En un mes he conseguido 30.000 seguidores. Es muy complicado triunfar sin pagar a la aplicación. Si se quiere triunfar hay que estar en varias redes a la vez, cada vez está más profesionalizado. Los de mi época éramos autodidactas, hoy ya no. Les diría que lo hagan con responsabilidad.

¿Qué es lo que más le gusta de Mallorca?

–Me gusta todo, las paredes antiguas, las calles estrechas del casco antiguo, el mar, la montaña, la comida, la gente, mi marido y mi familia mallorquina... Echo de menos Canadá y a mis amigos, pero aquí sois más cálidos, aunque muchos no parecen saberlo.

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