La parisina y muy francesa periodista y presentadora de televisión Geraldine Carré-Bauer se ha convertido en una mallorquina más desde que con su familia decidió instalarse en la Isla hace dos años, con casas abiertas en Palma y Ses Salines. Ahora da un paso más en su inmersión, puesto que no quiere quedarse al margen de lo que sucede, y prevé sucederá, en Mallorca a nivel social y artístico en los próximos años, y también para que la Isla la adopte para siempre.
¿Cómo se entrevista a una periodista que ha hecho miles de entrevistas?
– Usted tiene la suerte de trabajar en un periódico que dedica mucho espacio a la entrevista tradicional, cuidada y capaz de mostrar la esencia de Mallorca a través de la visión de los que la vivimos o visitamos. Hagámoslo juntos pero guíeme.
Me cuentan que usted quiere seducir a los mallorquines para que la adopten, dicen que somos difíciles de conquistar…
– Amo esta Isla, desde el principio he querido hacerme un lugar entre los mallorquines. Soy una inmigrante que se integra y tengo muchas ganas de compartir mi particular visión de Mallorca con los mallorquines. En París trabajaba en el arte y me parece interesante mezclar mi mirada con vuestra cultura y compartirla. Mi primer paso va a ser presentar en un espacio que he alquilado en la calle Peraires a tres ceramistas mallorquines.
Mallorca es muy diferente a París…
– Mallorca es muy diferente a todo. Es el nuevo El Dorado del mundo y lo será más después de la COVID-19. Es el lugar donde podremos hacer una vida a escala humana. La noción del tiempo, de cómo pasa aquí, es muy diferente. Aquí todo tiene otro ritmo, y lo adoro, es única la noción tiempo-espacio, y ese es el verdadero lujo.
Usted tiene dos casas…
– Sí, como muchos mallorquines, les he copiado. Yo no soy una turista, una en el centro de Palma y otra para verano y fines de semana en Ses Salines. Es la casa que tenemos desde hace diez años, pero un día mi marido me pidió que buscara algo en el corazón de la ciudad para impregnarnos de su historia y belleza. Además tengo el deseo de compartir con la gente, de estar cerca de los mallorquines, y qué mejor que desde el Casco Antiguo.
¿Cómo ha sido su carrera profesional?
– Mi carrera ha sido intensa y muy interesante, y muy divertida. He trabajado en televisión y radio para grandes cadenas francesas como periodista y productora. Adoraba mi trabajo, sobre todo hacer entrevistas a grandes personajes que aportaban mucho a mi vida. Es lo que amaba de esta profesión, más que la fama. Es como en el arte, tengo el deseo de nutrirme de él, de los artistas que lo crean. Me gusta relacionarme con la gente que hace cosas interesantes.
¿Se nutre con la cerámica?
– Al llegar me dediqué a conocer a los artistas, a aprender y a comprender. Me enseñaron la cerámica, el barro, la terracota, la arcilla, y estos materiales nutrieron mi espíritu y crearon en mi la necesidad de compartirlos, de hacer una exposición. He aprendido todo sobre las diferentes técnicas. Aquí conocí a Jaume Roig, a Stanislas Carrelet y Joan Pere Català Roig, que me introdujeron en sus mundos. La cerámica es química y arte, es tierra y es magia porque habla de algo casi bíblico. Crea de algo normal algo extraordinario, inútil pero indispensable.
¿Y por qué decidió abrir esta exposición en tiempos tan difíciles?
– El año pasado di una gran fiesta para mi cumpleaños, pero este año, debido a la situación, lo pasé completamente sola porque estaba enferma de la COVID-19 y no podía hacer nada. Sentí tanta tristeza que pensé que había que hacer alguna cosa para que esa tristeza no se trasladara a la gente. Es importante no dejarse vencer por la negatividad. La gente no está contenta, no hay dinero, todos lloramos. En ese preciso momento, al sentirlo en mis carnes, llamé a mis amigos ceramistas y les dije que ya sabía que era un mal momento pero que tenía ganas de ver gente, de ver cosas bonitas, y que si ellos tenían ganas de trabajar íbamos a hacerlo. Y aquí estamos, haciendo algo que nos beneficia a todos, también a la Isla puesto que genera una dinámica distinta, positiva, mientras unos cierran, nosotros rompemos la dinámica y abrimos para mostrar belleza. Eso alimenta mi espíritu, compartir y poder hacerlo ahora que el mundo está cerrado está muy bien. Mostrar belleza ahora es muy necesario, por eso también contacté con Alexis Green, neoyorquina instalada en Palma que hace unos papeles pintados a mano maravillosos, y a una pareja sueca que expone cinco de sus muebles de calidad excepcional.
¿Cómo pasó de la tele al arte?
– El arte siempre ha estado presente en mi vida, con mis padres y en mi casa. Todas las artes, no solo una. Es algo natural en mi. La televisión es una forma de arte, quizás no tan refinada como otras, pero es arte en muchas ocasiones. La televisión me llevó a los museos, donde organicé distintos actos sociales para dar soporte a los artistas. Fue una inmersión natural.
Usted además esta casada y tiene cuatro hijos…
– Y los cuatro con el mismo marido, esto es casi único. De edades muy apetecibles, 22, 20, 15 y 13. Tres hijas y un hijo. Mi marido trabaja en París pero viene todos los fines de semana, adora Mallorca tanto como yo.