Imre Eordogh y Tibisay Aguilera forman una pareja indestructible. Siguen unidos pese a las dificultades a las que se enfrentan de unos años a esta parte, lo que les supone una lucha constante y no pocos sacrificios, entre otros renunciar a lo que tenían para instalarse en la nada, en la tierra de nadie, y esperar a que se les aparezcan angelitos gracias a los cuales sobreviven. El último de ellos es Xisca, su guía en Mallorca, en quienes se apoyan a la hora de hacer gestiones que, por falta de papeles, les mantienen en el punto de salida.
Chocan contra la burocracia
A Imre y Tibisay los conocimos en Tardor. En pocos minutos nos resumieron su vida. Ambos han nacido en Venezuela, pero como él es de ascendencia húngara, tiene la doble nacionalidad: es venezolano y húngaro. El es ingeniero y ella informática. Vivían en Maracaibo, ciudad petrolera cien por cien, por lo que el trabajo no les faltaba… hasta que llegó Hugo Chaves, pues a raíz de ahí, a muchos de los empleados de la industria del petróleo les empezaron a llegar los finiquitos a la vez que los grandes bancos comenzaron a cerrar. «Hubo un cambio grande, y nos quedamos sin trabajo, por lo que no nos quedó más remedio que buscarnos otro modo para sobrevivir. Así que abrimos un pequeño local de comidas, que tuvimos que cerrar también, primero, por los precios altos, todo había subido, y encima la gente ganaba cada vez menos dinero, y segundo, por la vacuna, o impuesto revolucionario que te cobraban las mafias, y que si no se lo pagabas, te creaban problemas, hasta el punto de destruírtelo. ¿Que por qué no lo denunciamos? No ganábamos nada, la policía no haría caso, y ellos seguirían acosándote. Así que, ante una situación cada vez más insostenible, vendimos lo poco que teníamos, compramos dos pasajes y nos fuimos a Budapest. Yo tengo pasaporte de ese país, y ella, por ser mi mujer, puede entrar sin ningún problema… Aunque los problemas vinieron luego por ser inmigrantes, pues como tal no tienes ningún tipo de ayuda, y si no eres húngaro de nacimiento, si no hablas húngaro fluido, difícilmente encontrarás trabajo. Sí, te dicen que tienes la nacionalidad húngara, pero no eres húngaro, no has nacido en el país, no hablas ni escribes el idioma... Con todo eso en contra, intentamos sobrevivir como pudimos, hasta que en enero de este año decidimos venir a Mallorca, con tal mala suerte que a mi mujer, en el avión que nos traía a Palma, aterrizando, le dio un infarto por el que tuvo que ser trasladada a Son Espases, donde permaneció diez días. Cuando le dieron el alta, nos quedamos aquí. No teníamos nada, no teníamos papeles, tan solo el NIEC, un documento con un número de identificación para que el extranjero pueda trabajar mientras consigue el permiso de residencia, que aun no tenemos, ni tampoco los papeles de la Seguridad Social.
Nuestro único documento es el NIEC –nos los muestra–, pero como somos personas de más de sesenta años, pertenecemos al colectivo de riesgo, lo cual nos dificulta encontrar trabajo, pues nadie nos lo da. Lo hemos intentado en varios sitios, pero nada. En uno estuvieron a punto de contratarme, pero al decirles que tenía 63 años, me rechazaron. Tampoco tenemos tarjeta sanitaria. Lo único que tenemos es la condición de asilados por cuestión humanitaria. En cuanto a la Seguridad Social, para tenerla la hemos de trasladar desde Hungría y eso tarda un año. Mientras, hemos de buscar medios para que mi mujer pueda comprar la medicina que precisa, que es muy cara».
En tierra de nadie
Lo dicho: están en tierra de nadie. Todo por la documentación que no tienen, y que tardará en llegarles, y también porque son personas de riesgo, lo cual, incluso con papeles (residencia, permiso de trabajo, etc.), puede ser un problema a la hora de contratarlos. «Desde que estamos aquí, solo hemos cobrado la Resoga especial, o renta social garantizada. Dos meses a quinientos euros cada uno. Aparte de eso, no tenemos ningún otro ingreso. Es más, vivimos en una habitación de una sola cama, por lo que yo en el suelo. El problema es que debemos ya tres meses de alquiler, a razón de 380 euros cada uno. Por eso, necesitamos un trabajo, si no estamos atrapados. Porque sin trabajo, como mínimo de tres meses, no nos dan la residencia, y sin esta no podemos trabajar… Aunque para trabajar fijos tenemos un problema, nuestra edad, más de 60 años…. Pero, digo yo, alguna forma habrá para poder solucionar este problema. Yo confío en los ángeles, como Xisca, que nos ayudan a salir del paso, pero ¡son tantos los que tenemos! Porque, tanto ella como yo, podemos trabajar, ya no solo de acuerdo a los conocimientos de ingeniería e informática que tenemos. Podemos trabajar en cualquier cosa que sea legal. Mientras tanto tenemos la sensación de que estamos en tierra de nadie, atados de pies y manos».
Una salida complicada
Y es que, como veis, tal y como están las cosas, sobre todo las administrativas, los problemas se les multiplican. Porque, resumiendo, si encontraran un trabajo a jornada completa de más de tres meses, podrían solicitar la residencia, y con ella podrían canjear el carnet de conducir, que ahora no les sirve, y también pedir la tarjeta sanitaria, lo que les convertiría en ciudadanos normales. El problema es que, como por edad, son personas de riesgo, no encuentran ese trabajo estable, por lo tanto no les quedará más remedio que sobrevivir con ayudas sociales y trabajos en B. Por otra parte, tampoco pueden solicitar ayudas sociales porque tampoco han recibido la denominada denegación del ingreso mínimo vital, imprescindible para pedir dicha ayuda. La han solicitado hace tres meses, pero no llega. Pero ellos, lejos de desanimarse, están más unidos que nunca.
¡Ojalá pronto salga un ángel que les de trabajo. Y por si sale, y quiere ayudarles, ahí le dejo su móvil: 633222820.