Kettylin Magnusson lleva unos años casi desaparecida de la vida social mallorquina, desde que se mudó a Ámsterdam. Esta es la primera entrevista que concede después de muchos años en los que vio cómo su vida y la de su marido, propietario del Casino de Mallorca hasta 2004, cambiaba tras la crisis inmobiliaria de 2008. Lo pasó mal pero ha conseguido rehacerse, no solo económicamente, también como mujer acostumbrada a flotar por fuerte que sea la tormenta.
¿En qué momento de su vida se encuentra?
– En estos momentos de mi vida puedo decir que estoy en uno de los mejores, disfrutando del presente con mucha intensidad, consciente de que los años pasan muy rápido y tenemos solo una vida.
¿Qué valora sobre todas las cosas?
– Valoro principalmente mi familia, mis amigos y la libertad. Sobre todo la familia, mi marido y mis hijos, sin ellos mi vida no tendría ningún sentido. Nuestros hijos son mayores y han empezado a vivir su propia vida y dos de ellos viven en Ámsterdam, algo que agradezco enormemente. Yo soy de las que llaman ‘madre helicóptero', me da igual que sean hombres... para mí serán mis niños toda la vida. Lars y yo estamos viviendo una etapa muy feliz con mucha complicidad como siempre ha sido entre nosotros, le pedí a Dios por mi alma gemela y me lo concedió.
¿Cómo es su marido?
– Lars es un hombre muy familiar, trabajador, visionario, luchador, constante, valiente, responsable, leal, correcto y con un gran sentido del humor. Me hace feliz despertar con él, tener un compañero de vida con quien compartir tantas cosas desde el amor y el respeto, no tiene precio. Tenemos un mismo proyecto de vida del cual disfrutamos día a día.
¿Y aparte de la familia, qué la ha ayudado para volver a salir con más fuerza que nunca?
– Mis amigos son muy importantes para mi, forman parte de mi vida. Todavía conservo amigos de la infancia en Puerto Rico y alrededor del mundo. Mis verdaderos amigos saben quiénes son y forman parte de mi familia. Ahora valoro mucho más la libertad, sobre todo viajar, en estos tiempos que desgraciadamente estamos viviendo, no nos ha sido posible volver a nuestra casa de Mallorca con la frecuencia de antes. Me encanta vivir en Holanda en la misma medida que me encanta Mallorca. Trato de disfrutar de ambos lugares, tengo la suerte de encontrarme muy a gusto y tener grandes amigos.
Supongo que ha revolucionado Ámsterdam...
– Un poco. En Ámsterdam hace 33 años que mi marido tiene su empresa, donde uno de sus proyectos estrella fue convertir el antiguo edificio de correos en el Centro Comercial Magna Plaza. Allí está nuestra residencia. Yo pertenezco a un grupo de elite de mujeres empresarias que nos vamos reuniendo mensualmente y se realizan grandes acciones y colaboraciones con ONG y acciones formativas para el empoderamiento de la mujer, tan necesario en estos tiempos. Algo similar hice en Mallorca creando el grupo SPM (Solo Para Mujeres), donde llegamos a juntar más de 150 miembros, mujeres trabajadoras de diferentes perfiles, donde tuve la suerte de conocer a grandes mujeres con las cuales todavía me une una gran amistad. Holanda me ha dado la oportunidad de poder tener mi propia empresa inmobiliaria, algo que había pospuesto muchas veces y por fin se ha hecho realidad.
A usted le hicieron daño...
– Me considero una mujer muy espiritual, creo firmemente que el perdón lo cura todo. En mi vida he tenido altibajos pero soy una mujer positiva y he afrontado con mi mejor sonrisa lo que Dios me ha enviado. Me encanta reír y divertirme, aunque hay gente que confunde mi extroversión por locura. Soy muy realista. En estos tiempos que vivimos me da pena la gran adicción que hay a las redes sociales, que no son tan sociales como se cree. Pienso que está cambiando la capacidad de relacionarse de nuestros jóvenes. Vivimos todos muy pendientes de las redes sociales. Hay que hablar más cara a cara, no con un aparato por medio.
¿Cómo imagina su futuro?
– Rodeada de mi familia. Soy optimista y sé que el mundo cambiará a mejor tras los aprendizajes vividos en esta época de incertidumbre global.