Desde el pasado 26 de junio las embarcaciones turísticas comenzaron a poner rumbo a Cabrera, un parque nacional que cada año atrae a miles de visitantes.
Distintas empresas se encargan de llevar a los veraneantes hasta la isla. El barco de Mar Cabrera, con capacidad para 50 pasajeros, partió desde la Colònia de Sant Jordi a las 9.30 de la mañana y tardó alrededor de 45 minutos en alcanzar el pequeño puerto de Cabrera. Cumpliendo con el protocolo sanitario, antes de subir a la embarcación se tomó la temperatura de los pasajeros, que debían llevar las mascarillas a lo largo de la travesía. Una vez en tierra, los visitantes disponen de cuatro horas para explorar el entorno.
Para muchos, dada su proximidad al puerto, la primera parada es el castillo de Cabrera, al que se accede con un breve paseo de unos 15 minutos. Este año, debido a la COVID-19, el interior de la fortaleza se encuentra cerrado al público. «Hacía 13 años que no veníamos, y me ha sorprendido que el castillo esté cerrado. Además se nota que hay menos gente», comentó Joan Sastre, que se encontraba junto a su familia y un grupo de amigos, «la experiencia es diferente pero sigue siendo igual de espectacular», concluyó. Joan Frau, que iba acompañado por sus hijos Lluís y Toni, decidió hacer la excursión rápida, de dos horas.
Turismo nacional
Este año destaca la presencia del turismo nacional. Samuel y Ainhoa vienen desde Sevilla: «Vine de pequeño con mis padres, aunque solo recordaba el castillo y la cueva. Es un sitio muy bonito», expresó Samuel. A Jose Mari, de Barcelona, le sorprendió «la buena conservación del parque nacional». Stefano, Juanma, Carlos y Carmen viven en Toledo y coincidieron en la salida a Cabrera: «Es un lugar precioso», comentó Carlos. Rosalía y Benjamín vienen de Granada y aseguran que siempre han apostado por el turismo nacional: «En España tenemos mucho por ver. Cuando conozcamos nuestro país ya saldremos fuera» afirmó Benjamín.
Entre los visitantes extranjeros destacan los alemanes e italianos, además del crecimiento del turismo francés que, según explica la tripulación de Mar Cabrera, está interesado en la historia de Cabrera como campo de concentración que fue para los soldados franceses hechos prisioneros tras la victoria española en la batalla de Bailén en 1808. Muchos visitan el monumento a los franceses, que conmemora este cruento episodio. «Conocimos el hecho histórico hace poco y nos llamó la atención. Aunque realmente hemos venido para conocer la isla», expresó Jean Paul, que venía desde Marsella con un grupo de amigos.
Playas vírgenes
Ahora bien, las grandes protagonistas de la excursión a Cabrera son sus playas vírgenes, entre las que destacan sa Platgeta, s´Espelmador o Es Burrí. Tras explorar la isla con tranquilidad, a las 14.15 las embarcaciones de Mar Cabrera ponen rumbo a sa Cova Blava, la última parada antes de volver a Mallorca. Sorprendidos por la claridad y el color del agua, muchos no dudan ni un segundo en lanzarse al agua y sumergirse en los colores azules que presenta este magnífico enclave. La excursión a Cabrera es un clásico que nunca defrauda.