Se llamaba Rompeolas. Pertenecía a la ganadería de Juan Pedro Domecq y, tal y como informó ABC, Enrique Ponce se disponía, capote y estoque en mano, a entrar a matar al toro, el primero de la tarde en una corrida para el recuerdo este jueves en El Puerto de Santa María.
Pero no fue bien: Rompeolas alzó la testuz y el público (una plaza abarrotada, 5.000 personas, algo irónico teniendo en cuenta que al inicio del festejo guardaron un minuto de silencio por las víctimas del coronavirus) contuvo el aliento. Sobre todo, la joven Ana Soria.
Se trataba de una fiesta por el 140º aniversario de la plaza de toros de la localidad gaditana, pero fue un enorme susto, el primero en la relación que tienen la estudiante de Derecho y el matador, que sin embargo salió bien parado y solo resultó levemente herido.
Aunque al principio la futura abogada pensó lo peor al ver cómo el morlaco alzaba por los aires a su pareja, máxime teniendo en cuenta que estas primeras corridas tras el confinamiento son las más complicadas por la pérdida de experiencia.
En tan señalada fecha se homenajeaba a Joselito El Gallo, un famoso torero de la llamada Edad de Oro de la tauromaquia en España, y que precisamente murió corneado mientras lidiaba. Pero aunque el recuerdo estaba presente en la mente de Soria, no hubo que lamentar mayores percances.
Por ahora la joven no se separa de su chorbo, pero tendrá que empezar a saber manejar esas situaciones de riesgo si no solo quiere seguir con el matador, sino incluso si sigue asistiendo a las corridas con la asiduidad con la que había comenzado a hacerlo desde que comenzase en Huelva.