Desplazarse por Palma en coche puede ser, sobre todo en temporada alta, un auténtico dolor de muelas. Imagínense los que viven en la Part Forana y vienen a trabajar a diario a Ciutat. La imagen de la Vía de Cintura colapsada por centenares de coches a primera hora de la mañana, en cualquier estación del año, es la postal que el Govern balear no querrá mostrar nunca a sus turistas. Las ciudades españolas de gran o mediano tamaño, como la nuestra, llevan años buscando soluciones para desatascar sus principales arterias de acceso y las zonas centro, donde habitualmente se concentran los focos empresariales y de servicios. En el caso de Mallorca, hay que sumarle un problema aún mayor: la Isla está a la cabeza en el número de vehículos por habitante, mientras que la capital palmesana cuenta con 6 vehículos por cada 10 residentes, una tasa sumamente elevada, aunque sea la cifra más baja de los últimos 26 años.
A la espera de que el transporte público en toda la Isla consiga de una vez el aprobado de los mallorquines, la pregunta resulta obligada: ¿Cómo cambiamos esa cultura del coche que impera en Mallorca? La receta para Alexandre Duran, presidente de Ecotxe, una cooperativa que lleva dos años en marcha y que promueve el uso del coche eléctrico compartido, pasa por «mucha pedagogía y ofrecer alternativas a la movilidad tradicional». Fácil de decir, pero muy difícil de lograr por el momento.
El transporte en ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia o Málaga se ha revolucionado en los últimos años con la entrada de empresas privadas dedicadas al alquiler por minutos, horas o trayectos, tanto de coches, motos como de bicicletas. Este nuevo tipo de movilidad es capaz de ofrecer muchos beneficios, pero solo con una buena gestión. Ante la avalancha de entrada de negocios de sharing, el gobierno de la Ciudad Condal, por ejemplo, estudia ya un sistema de licencias para este tipo de empresas o una nueva modificación de su ordenanza de circulación. Pero la Isla, en cambio, no ha sucumbido a la fiebre del transporte compartido o sharing . Un buen motivo es que la regulación de circulación de la capital palmesana no lo permite.
El futuro de la movilidad
Para Pablo Amor, arquitecto y especialista en movilidad urbana, el problema del tráfico es estructural y afecta a toda la Isla: «Necesitamos una visión territorial del transporte», dice, al tiempo que señala la importancia de optimizar los vehículos existentes, ya que el principal problema es que hay muchos coches ocupando durante mucho tiempo el espacio público. «El futuro pasa por el transporte compartido y automatizado. Menos vehículos en la carretera, mismos desplazamientos», asegura. Y no duda en recordar que el arquitecto Norman Foster proyecta en Emiratos Árabes Masdar city, la primera ciudad ecosostenible del mundo: cero carbono, cero residuos, cero coches. ¿Es posible? Con la crisis económica, el proyecto ha quedado a medio gas. Puede que algún día sea una realidad.
Pioneros en la Isla
Los que sí han conseguido poner una pica en Mallorca, en cuanto a la movilidad compartida se refiere, son los 132 socios con los que cuenta ya Ecotxe. La cooperativa tiene un vehículo funcionando, otro en pruebas y esperan contar con un tercero el próximo año. «Lo importante es que la gente entienda qué ofrecemos. No somos un servicio para compartir coche de un lugar a otro. Somos una cooperativa que posee y comparte un coche. Te apuntas en nuestra aplicación y reservas el vehículo cuando lo necesitas», explica Alexandre Duran, presidente de Ecotxe, contento con la acogida del proyecto, que podría expandirse a pueblos como Esporles, donde un grupo de vecinos ha mostrado su interés por adquirir un vehículo eléctrico. Lento pero seguro, el sharing se abre camino.