Las herramientas tradicionales mallorquinas están presentes en todo el paisaje rural de la Isla, pero son escasos los esfuerzos que se realizan para divulgar su importancia en la cultura payesa y para preservar unos utensilios de los que se va perdiendo sus denominaciones y sus usos a medida que desaparecen aquellos que los utilizaban a diario.
Desde las instituciones no hay iniciativas claras para emprender un proyecto de conservación y son algunos payeses, herreros y coleccionistas particulares los que ejercen esta función. Su esfuerzo y su trabajo puede servir para que las nuevas generaciones no olviden un patrimonio etnológico vital para entender nuestro pasado.
Del punto verde a casa
Alexandre Crespí ‘Rua' es un coleccionista de herramientas y cuenta con un catálogo de más de tres mil piezas que tiene expuestas en una cochera de su domicilio en sa Pobla. «Desde pequeño me han gustado las herramientas tradicionales. Vengo de una familia payesa y yo también comencé a trabajar en el campo, pero hace treinta años, con la crisis de la agricultura, lo dejé y desde entonces soy jefe de jardinería en una empresa hotelera», señala Crespí. De todas formas, «no he dejado de recoger herramientas y enseres durante todo este tiempo. Desde hace unos seis años la cosa ha ido a más porque hay mucha gente que me conoce que me dona sus piezas, y también he rescatado muchos utensilios del punto verde de sa Pobla. Se podría decir que la mitad de la colección proviene de ahí».
Aunque le produce lástima tener que rescatar estas herramientas que alguien ha desechado, entiende que «mucha gente las tiene en su casa y no las sabe valorar, y es normal, porque en general falta mucha información y es un patrimonio que se está echando a perder».
Entre sus artículos favoritos, sobre todo por el aspecto sentimental, destaca un parpal que era de su bisabuelo, una olla (un curioso aparejo de madera que servía para redirigir el riego en la Albufera) o incluso un pupitre escolar. Crespí recuerda que «muchos de nuestros antepasados vivían entre el campo y la escuela. Si llovía, iban a clase, y si hacía buen tiempo ayudaban a su familia».
Bodega con historia
Otra colección digna de mención es la que tienen los propietarios de la Bodega Ramanyà de Santa Maria. La familia formada por Magdalena Matas, Jaume Vallés y Toni Ramis dispone de una gran colección distribuida por oficios, en la que el campo mallorquín es el gran protagonista y la mayoría de profesiones relacionadas (picapedrer, herrero, carpintero,...) tenían una íntima relación con lo rural en su época. Durante los últimos 25 años se han dedicado a completarla, aunque Magdalena Matas ha sido una amante de las piezas clásicas mallorquinas desde su infancia.
La colección es uno de los principales reclamos que tiene la Bodega Ramanyà en sus visitas guiadas con cata de vinos. Magdalena Matas explica que los turistas extranjeros «muestran mucho interés por la tradición isleña y se sorprenden al descubrir una Mallorca que, a veces, es desconocida incluso por los residentes». Por ello, anima a los mallorquines a concertar una visita guiada para que conozcan una parte importante del pasado rural propio.
En el recorrido por las distintas zonas de la colección Ramanyà el visitante podrá admirar una zona dedicada al vino, con un surtido de diferentes recipientes para su transporte como los borratxellos o los quartinellos , debidamente restaurados.
La omnipresencia de lo rural en los oficios antiguos hizo que la mayoría de trabajos tuvieran relación con el campo. Así, el inventario de herramientas de picadores de piedra es un buen ejemplo de la necesidad de disponer de caminos para acceder a las zonas rurales. Otros oficios como el de carboner, llenyater, herrero o carpintero también disponen de un espacio en la colección Ramanyà y la mayoría de los casos, con herramientas que se usaban para fabricar utensilios para la vida rural.
Entre ellos figuran las peladoras de almendras, con una de las primeras que hubo en la Isla, máquinas para elaborar llet d'ametla, recipientes elaborados con cáñamo para guardar los alimentos,... todos ellos creados de forma artesanal, con pocos recursos pero con mucho ingenio. También disponen de maquinaria un tanto moderna, como es el caso de la batedora Ajuria que llegó a Mallorca en 1928 desde Vitoria y fue sustituyendo paulatinamente a las más pequeñas que montaban empresas locales.
El apartado de carros alberga piezas únicas. Una de las más singulares es el carro de roda plena, datado sobre 1700, que tenía la particularidad de que las dos ruedas funcionaban con un mismo eje. Este medio provocó quejas en Palma porque, al girar, causaba desperfectos en el empedrado y en 1780 solo se permitió su entrada por la puerta de las murallas que daba al puerto. En 1825 fueron prohibidos y sustituidos por los carros con ruedas de eje independiente, como el que aparece en la fotografía superior.
Al calor de la forja
Las centenarias piezas de las colecciones contrastan con las que Toni Mas aún crea en su herrería de Sineu. Con un nombre tan clarificador como ‘Eines Mallorquines', en su taller sigue produciendo las mismas herramientas que su abuelo Toni Mas ‘Saig ' y su padre ya fallecido, también Toni Mas, elaboraban desde 1926 para los payeses, albañiles y profesionales de toda Mallorca.
Después de 26 años en el oficio, Toni Mas sigue usando el mismo método que conoció de adolescente, al que ha ido incorporando alguna novedad técnica pero sin ningún alarde. El proceso comienza con la calda , que consiste en avivar el carbón con la ayuda de fuego y agua (para contener el calor).
Una vez fundida la pieza de hierro que se convertirá en herramienta, se coge con unas tenazas y se va moldeando mediante certeros golpes y manipulaciones que solamente unas manos expertas como las del maestro sineuer son capaces de realizar. Toni Mas explica que «cada herramienta lleva un tiempo de elaboración de unos 45 minutos en total, aunque procuro irlas haciendo en cadena para que me cunda». Cree que es el único herrero en Mallorca que aún utiliza el método tradicional para crear herramientas mallorquinas, y explica que las distribuye en la gran mayoría de ferreterías de la Isla.
No tiene ningún utensilio preferido «pero quizá el càveg sea el más genuino porque no he encontrado ninguna herramienta similar en toda España». Aunque es cierto que se podría considerar en cierto modo una azada ‘a la mallorquina', su forma y su particular doblez son únicos.
En el taller de Toni Mas se han elaborado también las herramientas que usan los margers para restaurar las paredes de pedra en sec. Mas lamenta que «a pesar de que el Consell me diera un reconocimiento, las ayudas económicas que nos aportan para conservar la tradición son nulas».
Herramientas vivas
A Jordi Ferragut ‘Caleta' se le puede ver cada año con sus herramientas centenarias en ferias como el Dijous Bo o las de Santa Margalida, Son Servera, Costitx, Santa Maria y Sencelles. Son muchos los curiosos que se detienen a contemplar cómo este payés costitxer recrea una tierra de labranza, que va trabajando con la ayuda de un arado y su burra Petita.
Lo que pocos saben es que este método también lo utiliza en una amplia zona de la finca de Son Pareó (Costitx), a la que es imposible acceder con un tractor. Jordi Ferrag ut, con la ayuda de su hijo Joan, consigue que el arado centenario abra los surcos en la tierra gracias a la tracción animal con la soltura que le ha otorgado su profundo conocimiento del mundo rural. «Mi padre murió cuando yo tenía 13 años y me crié con mi abuelo, con lo que tuvimos que retroceder en cuanto a avances como el tractor porque ni mi abuelo ni yo podíamos conducirlo», explica Ferragut.
Este hecho también le provocó un interés por las herramientas tradicionales, la mayoría de las cuales sigue usando. Es el caso de un carro para transportar leña o de una civera , una carretilla hecha de hierro, que se ataba a un animal para poder mover piedras u otros objetos de gran tamaño que se encontraban en las zonas de cultivo al ararlas.