Domingo 29 de febrero. El ferry que une Valencia con Nador se aproxima en tiempo y hora. Se trata del segundo puerto más grande de Marruecos, así que el trasiego de pasajeros y mercancías es ensordecedor. A bordo viaja un grupo que llama la atención con sus siete 4x4 cargados hasta la bandera: 17 mallorquines que en esta localidad portuaria van a iniciar un viaje de más de 2.000 kilómetros por carretera que les llevará por el interior del país.
No visitarán Fez ni Casablanca ni Marrakech ni la ciudad costera de Essaouira, localidades tan visitadas como manidas. Su objetivo es otro: conducir durante horas por placer en pistas de tierra y arena y, al mismo tiempo, realizar una labor solidaria, en las aldeas y escuelas más desfavorecidas del interior de este país africano. Shakuka 2020, una aventura entre el ocio y el compromiso social, dará inicio en cuanto desciendan del barco.
Aventura en 4x4
Miguel Ángel Menéndez, conocido cariñosamente como ‘el presi' entre el grupo, lleva la voz cantante, por algo es el planificador oficial de las diferentes etapas al detalle, aunque dejando siempre un margen a la improvisación. Además, es un experto conductor y tiene la extraña habilidad de relajar cualquier ambiente. Mientras, Gabriel González, otro de los fundadores de este viaje anual, se prepara para armarse de paciencia con los funcionarios de aduanas: descender del ferry con siete todoterrenos cargados con una media de 80 kilos de chucherías, ropa, material escolar e higiénico dental o juguetes siempre termina llamando la atención.
La idea de Shakuka, que se traduce como ‘pelo revuelto' en árabe, se fue gestando a lo largo de los años. Amante de los rallyes, Miguel Ángel Menéndez participaba desde 2014 en la Pandaraid, un rally amateur de larga distancia y resistencia que se celebra anualmente en el desierto de Marruecos a bordo de un Seat Panda o el modelo Marbella. En una de estas ediciones conoció a la pareja formada por Gabriel González y Mari Carmen Torcello, otros ‘adictos' mallorquines a conducir en pista, y después de varias participaciones apostaron por recorrer el país por libre, pero marcándose siempre un punto solidario.
«Con el tiempo se han ido uniendo otros compañeros de viaje y se han forjado grandes amistades. Es la grandeza de esta aventura», explica Miguel Ángel vía telemática, ahora confinado en casa debido a la crisis del coronavirus, como el resto de sus compañeros de aventura, que volvieron a Mallorca unos días antes de que la situación por la pandemia se agravase. Resulta curioso que la edición 2020 de la Pandaraid se haya cancelado, pero la novata Shakuka, con tres años de vida, sí llegase a buen puerto.
«Algunos participantes repiten año tras año; otros, por motivos de trabajo o familiares, no pueden venir, y para algunos esta edición ha sido su primer Shakuka. Ni siquiera compartimos profesión, aquí te encuentras conduciendo mano a mano con empresarios, trabajadores autónomos, empleados de banca, funcionarios, mecánicos... Nuestro nexo en común es Mallorca, pero a veces nos ha acompañado gente de otras partes de España y de Europa. Lo que más nos gusta es conducir sobre la arena y lo que menos las piedras en el camino, pero todo forma parte de la semana de convivencia. Respetamos el paisaje, intentando no dejar huella de nuestro paso y saludamos a los chiquillos que se acercan a nuestros coches. Creo que esa es la esencia de Shakuka, y de que cada año la gente intenta repetir», señala Menéndez.
Un año de trabajo
Gabriel González es un apasionado de los rallys; ha participado en el Pandaraid o el París-Dakar y desde hace tres años se ha sumado a todas las ediciones de Shakuka. Protésico dental de profesión y director de la Escuela Universitaria de Odontología ADEMA, tuvo claro que este viaje no solo servía para quitarse el gusanillo de conducir por pistas de tierra o descubrir paisajes espectaculares, sino para aportar su granito de arena a la gente que se encuentran por el camino. «Llevo diez años colaborando con una ONG en Senegal, y nos dimos cuenta de que había zonas de Marruecos muy necesitadas, incluso por las que circulan muchos turistas. Del viaje me quedo con la cara de la gente, sobre todo la de los niños, cuando hacemos un alto y les ofrecemos chocolatinas o algún juguete. Resulta sorprendente que teniendo tan poco, sean los más hospitalarios. No podemos partir sin antes sentarnos a su mesa y tomar un té», explica Gabriel.
Shakuka dura siete días, pero el trabajo se extiende durante todo el año. Los todoterrenos de los participantes cargan con su equipaje, pero sobre todo con material solidario que el grupo recolecta entre amigos y colaboradores: «La gente cercana dona ropa usada; Souvenirs Mallorca aporta mucho material de ocio para los chavales, mochilas y zapatillas; y desde ADEMA, cepillos de dientes y dentífrico. Somos como hormiguitas, buscamos
allá donde podemos», explica Gabriel González, al tiempo que confiesa que en la edición de 2021 quieren contar con un pequeño camión o una furgoneta para poder cargar
con más donaciones: «O lo compramos o buscamos donaciones para adquirirlo. Pero cuanto más llevemos, más aportaremos», reconoce González.
12 horas de conducción
Aviso para futuros participantes. Esta aventura solidaria no es nada fácil. Los integrantes se levantan a las 8 de la mañana, desayunan y arrancan motores. La jornada de conducción entre un punto y otro dura una media de diez o doce horas, con altos para repartir juguetes, ropa y chucherías entre los niños bereberes, o para solucionar pinchazos indeseables. Paran a comer al mediodía en oasis o aldeas y compran allí mismo para hacer gasto local, y luego vuelta a los coches hasta que lleguen de noche al hotel o camping programado.
«Estás en el desierto. El calor es duro y la arena y el polvo entran en el coche, incluso si llevas las ventanillas subidas. Han pasado varios días desde que
regresamos, pero creo que me sigo quitando arena de la cabeza», comenta sonriente Alex Guasp, que ha participado por primera vez en esta aventura, con la familia a cuestas. Su mujer, Emma, otra fanática de las pistas de tierra, le ha acompañado, así como sus hijos, Erik e Ivar, de nueve y siete años respectivamente. «No teníamos con quien dejar a los niños, y como el año pasado ya pasamos una semana recorriendo Menorca en velero, sabíamos que iban a responder bien», explica Guasp, al tiempo que recuerda que la forma de hacerles más llevadero el viaje a los críos ha sido llevar un ajedrez portátil y una
pila de libros de Astérix y Tintín. «En casa no hay ni Wii ni Playstation, así que no ha sido nada traumático, es más, nada más volver han pedido regresar el próximo año». Si el coronavirus no lo frena, Shakuka 2021 se pondrá en marcha en breve.