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Pandemia de coronavirus

De Australia a Mallorca en tiempos de confinamiento

Miguel y Silvia regresaron a Mallorca ante el cariz que estaba tomando la situación.

| Palma |

Hace ya más de un año que Silvia Fuster y Miguel Bisellach decidieron dar un cambio a su vida y se trasladaron a Manly, un pueblecito costero al norte de Sidney famoso por sus playas llenas de surfistas. A pesar de que en un principio el país parecía no estar sufriendo en gran medida el virus, el pasado lunes el Gobierno australiano decidió endurecer las medidas de confinamiento durante los próximos tres meses. Ante esta nueva situación, la Embajada española les aconsejó regresar. «Conseguimos unos billetes a buen precio, aun siendo el doble que en circunstancias normales, y decidimos volver. Aterrizamos en Palma ayer por la tarde (por el jueves)», comentaba ayer Miguel desde la casa de sus padres a las afueras de Inca, donde se encuentran confinados. «Veremos cómo van yendo las cosas y según estén regresaremos a Australia o nos iremos a otro lugar. Ahora, a estar tranquilos. La mayor pena es no tener contacto con mis padres aun estando en la misma casa».

Durante su estancia en Australia, la pareja escribió un blog titulado Vivir descalzos. Cumpliendo un sueño. En su último capítulo narraban cómo estaban viviendo hace apenas dos semanas la situación, cuando pensaban quedarse en Australia.

«Hace más tiempo del que me gustaría que me despierto y me acuesto revisando el grupo de WhatsApp de la familia buscando mensajes que me den la tranquilidad y la certeza de que todos están bien. También repaso los periódicos nacionales españoles, los locales de Baleares y la prensa australiana en busca de cifras, de algún mensaje que me aclare qué va a pasar. Pues no, no sabemos qué va a pasar», explicaban, y Silvia confesaba lo más duro para ella: «Lo más complicado de gestionar: la incertidumbre, o al menos para una control freak como yo. He decidido confiar y ser paciente. Es lo más sano que me puedo hacer a mí misma. No tengo las respuestas, no tengo la solución, no me queda más remedio. Individualmente tomo todas las medidas de protección posibles y tengo la conciencia tranquila, creo que hago lo que puedo».

La pareja explicaba qué estaba pasando en un país/continente tan grande: «En Australia, aunque parece que vamos por el mismo camino que el resto de países, están retrasando todo lo que pueden el confinamiento obligatorio. Si bien el lunes (23 de marzo) ya cerraron negocios como bares, restaurantes y gimnasios, permitiendo sólo take away y delivery, y a partir de esta noche ya cierran otros tantos más, como los centros de belleza, pero las escuelas siguen abiertas, se permite hacer deporte al aire libre y ‘recomiendan' que la gente se quede en casa, no prohíben salir a la calle. ¿Cuál es la mejor decisión? ¿Aquí o allí? ¿Alguien tiene el conocimiento, la experiencia o la fórmula mágica que nos traiga la solución? Me parece que no, y me duele ver cómo la gente transforma su miedo en odio a los demás».

«Tengo claro que cada uno tiene su situación personal y que muchos están mucho más jodidos que otros, que hay situaciones muy difíciles de gestionar y que si te toca de cerca, nuestra naturaleza nos hará buscar culpables, pero, en la medida de lo posible, vivamos esto desde el amor», escribían.

Silvia comentaba cómo se sentía al tener a su familia tan lejos: «Estoy asombrada y orgullosísima por cómo mi familia está viviendo este confinamiento. Y, muy egoístamente, estoy contenta de estar lejos. No me imagino lo duro que sería sentirme tan lejos de todos estando cerca. Si estuviera a 15 minutos en coche de ellos, sería mucho más difícil, como lo es para todos los que lo estáis viviendo, os admiro».

A pesar de que ya se habían hecho a la forma de vida australiana, en ese momento ya reconocían haber pensado en volver: «El pasado lunes y martes los pasamos hablando con embajadas y consulados, chequeando la situación del espacio aéreo internacional y buscando vuelos de regreso a España. Pues esto es lo que nos hemos encontrado: las personas de la Embajada y Consulado con las que hemos hablado nos han tratado genial y, con sus herramientas, hacen lo que pueden: nos informan de las rutas que (a día de hoy) siguen abiertas para llegar a Madrid, de las compañías que (a día de hoy) están operando y de los requisitos o problemas en los países de tránsito. No hemos podido encontrar vuelos asequibles para volver a corto plazo. La maravillosa compañía Qatar (la ruta más segura y recomendada por la Embajada, pasando por Doha) nos ofrecía vuelos en business a 20.000 dólares (unos 12.000 euros) para el próximo fin de semana o a 5.000 (alrededor de 3.000 euros) en turista para dentro de una semana. Pues seguimos buscando. Hemos explorado la posibilidad de hacer escalas en Bangkok y en EEUU, pero la situación es muy inestable, las compañías no nos quieren confirmar los vuelos hasta después de haberlos comprado (Thai Airways, por ejemplo), se cancelan vuelos a cada momento y las compañías no devuelven el dinero (cuando los precios están más caros que nunca, debería ser ilegal que puedan subir los precios aprovechándose de una situación como esta, al menos, éticamente es muy criticable y deberíamos acordarnos de lo que han hecho cuando todo esto pase), te contentan con un bono a gastar en 12 meses. La situación cambia a cada momento, desde ayer (por el pasado miércoles) en Bangkok ponen 14 días en cuarentena a todos los que hacen escala en la capital tailandesa. Conclusión, hemos decidido coger aire y hacernos a la idea de que, de momento, nos quedamos aquí, iremos día a día, viendo qué pasa. Estamos bien, juntos, y todo pasará. Pero teníamos que valorar todas las opciones. Estaremos tranquilos y en casa, mucho más apetecible que vernos en cuarentena o tirados en cualquier país de camino a casa».

Silvia y Miquel reflexionaban sobre cómo se sentían: «Con todo esto que está pasando, me doy cuenta de lo frágiles que somos. Damos por sentado el derecho a que no nos falte de nada, a vivir a nuestro ritmo, a cargarnos el planeta, a que no nos molesten, a comprar nuestro bienestar y a que los problemas ajenos, son eso, de otros. Y ¡sorpresa!, todo era mentira. Hemos creado un mundo ideal, de fantasía y de ilusión y nos frustra y nos jode cuando algo que no podemos controlar se lo carga todo. ¿No es hora de reflexionar? ¿De bajar el ritmo, de darle importancia a lo que de verdad la tiene, de pensar en una forma de vida más sostenible para todos, de darnos cuenta de que lo que yo hago afecta a a otros y viceversa? No es que yo sepa qué significa o en qué se traduce todo esto, pero desde luego sí que trabajo en ello. ¿Y lo bien que vivimos y, aún así, nos quejamos todos los días?

El texto acababa con un mensaje de optimismo: «Quiero valorar y cuidar lo que tengo, no quiero olvidarme de todo lo bueno que estoy sacando de esto cuando todo haya pasado, que pasará».

Amoldados al ‘life style' australiano

En 2018, estando de viaje de novios en Camboya, Silvia y Miguel empezaron a pensar en dar un cambio a sus vidas y unos meses más tarde las elucubraciones se volvieron realidad. Llevaban ya más de un año viviendo en Manly. Como ocurre con cualquier inmigrante, los inicios fueron duros, pero ahora ya se habían acostumbrado al ‘life style' australiano.

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