Carol Sanders es voluntaria de Tardor. Se ocupa de la logística. A través de su teléfono localiza –o la llaman– personas con problemas, que generalmente piden ayuda, comida sobre todo, pues son gente sin recursos, que ahora se encuetran recluidos en casa, sin poder salir a la calle, y más si son sin papeles, por temor a ser parados por la policía. A Carol el trabajo se le multiplica, «porque nos llaman desde domicilios, chupanos y albergues, pidiéndonos ropa y comida», explica.
El jueves, entre otras muchas, atendieron dos llamadas, llegadas ambas de la barriada de Virgen de Lluc. Se trata de dos matrimonios casi vecinos, ambos inmigrantes –uruguayos y cubanos, respectivamente– los dos sin papeles, sin dinero y uno de ellos, con dos hijos. Dos dramas familiares en tiempos de coronavirus, ya que no pueden salir de casa, por tanto no pueden acudir a ningún comedor social, «porque sin papeles, y no sabiendo dónde están, nos resulta difícil llegar. Encima, la policía vigila que nadie esté en la calle».
Lurdes, su marido, Leonardo, y sus dos hijos viven en una habitación de 16 metros cuadrados. Tienen dos camas y un colchón que reposa en el suelo. Una especie de zulo en el que apenas es posible la movilidad. En una de las camas duerme el matrimonio, en la otra el hijo menor y en el colchón el hijo mayor, ambos escolarizados, «pero con tan mala suerte que al segundo día de clase, se suspendieron por el coronavirus. Ahora reciben las clases a través de internet».
Su situación está cerca del abismo. «No tenemos dinero, pues el último lo gastamos pagando el alquiler, eso significa que en mayo nos tendremos que ir de aquí. ¿Adónde…? No sé. Si sigue el confinamiento… ¿Adónde vamos, con los chicos y sin dinero. Y sin posibilidad de obtenerlo? Porque si pudiéramos salir a buscar trabajo, algo encontraríamos. Nos conformamos con tener para pagar una habitación, o una casa pequeña y poder comer. Pero, ¿adónde vamos ahora…? Tampoco tenemos ropa, pues llevamos lo puesto, y cuando llegue el verano… Tampoco tenemos ropa de verano…»
Ella nos cuenta que primero vino a Mallorca su marido en busca de trabajo, «pero al no tener papeles, donde le aceptaron para hacer alguna que otra chapuza, no sólo abusaron de él, sino que le pagaron muy mal. Incluso le insultaron y le dejaron trabajos sin pagarle. Luego llegamos nosotros y a poco llegó el coronavirus. Y aquí estamos. Anteayer, gracias a Tardor, que nos trajo alimentos, pudimos comer y comeremos hoy y mañana, pero… ¿Y luego? No podemos salir de aquí, y más no teniendo papeles… A nosotros nos gustaría, cuando pase esto, trabajar en algo. En lo que fuera para ir saliendo del paso. El entiende de jardinería, sabe pintar… ¡cualquier cosa! Y yo… Y aunque sea cuidando gente mayor…».
Pero lo primordial es solventar su futuro inmediato: reunir el dinero con que pagar la habitación, si no, dentro de un mes, a la calle. ¿Y entonces, qué…? Por ello os dejamos su teléfono 641 803 194. Estamos seguros de que los vais a ayudar.
El otro matrimonio lo forman Junior y Dailin, cubanos de La Habana. Vinieron a Mallorca en busca de futuro. Llegaron como turistas, pensando que aunque fuera sin papeles, algo encontrarían para ir tirando mientras se legalizaba su situación. Pero se les acabó el dinero, no pudieron pagar la habitación donde se alojaban y tuvieron que dejarla. Por fortuna para ellos, unas semanas antes habían conocido en la iglesia a un matrimonio que vive en Es Rafal, con el que hicieron buenas migas, hasta el punto de que cuando se quedaron sin casa, los acogieron cediéndoles una habitación de la suya.
Luego llegó el coronavirus y los atrapó. Al quedar confinados, se les cerraron todas las posibilidades de trabajo, no tienen dinero… En realidad no tiene nada, ni tampoco pueden salir a la calle buscando un comedor social donde comer. Por fortuna para ellos, alguien llamó a Tardor exponiendo su caso; Carol tomó nota y a través de un equipo de voluntarios les mandó comida. Pero… su caso es parecido al de los uruguayos: no pueden salir por el confinamiento y más no teniendo papeles, y esa comida que tiene se les acabará pronto, tampoco tienen posibilidad de trabajar, tampoco tienen otros ingresos. ¿Qué harán…? Están en manos de la solidaridad, por tanto a ella recurrimos dejando su teléfono 641 286 482. Seguro que, como siempre, saldrá alguien que les ayudará. Porque siempre sale alguien.