A primera hora de la mañana de este sábado, sobre las seis de la madrugada, Xesc Sans, de la finca Can Ros y presidente de la Obra Cultural Balear de Calvià, se levantaba para celebrar sus ya tradicionales matances obertes. Fue una jornada donde familiares, amigos, vecinos y curiosos pudieron acudir a ver, e incluso participar, en cómo se realizan la tradicionales matances.
El día antes, Xesc, junto a algunos amigos, ya habían realizado la limpieza de los utensilios y preparativos para matar al cerdo. Un porc mallorquí de unos 100 kilos y poco más de un año. «Aunque llevo toda la vida haciendo matances, desde hace nueve años invito a la gente a que venga y participe para que esto no se pierda», comenta Xesc.
Previo permiso al Ajuntament de Calvià y la visita de un veterinario para que analice la carne y ésta pueda ser apta para su consumo, Xesc y los suyos comenzaron pronto con la tarea. Su suegra, María Vidal, que nació en una possesiò de s'Alquería Blanca, en Felanitx, es la más veterana. Junto a Antònia y María limpiaron las tripas a base de agua, limón y sal. Observando todo y ayudando a traer algunas de las piezas ya cortadas, los pequeños Joana, María, Paula y Toni, ataviados con sus delantales, no dudaron en echar la carne en la capoladora.
Del cerdo se saca, además de sobrasada y longanizas, camaiot, chuletas, costillas, etc. Tres hogueras, alimentadas con ramas de almendro, fueron hirviendo el agua de las enormes cacerolas donde se echaron la cabeza y otros trozos de carne para hacer los botifarrons. Tras triturar la carne y añadir manteca y otras especias, se cogen las tripas y comienzan a tomar forma las longanizas y sobrasadas. Todos quieren participar y hacerse fotos para el recuerdo o enviárselas a sus amigos. La mayoría llevan cuatro horas de trabajo y Xesc avisa para que paren para almorzar, poniendo sobre la parrilla algunas chuletas y panceta para degustar. Es una jornada abierta de unas matances rebosantes de tradición y en un ambiente familiar.