Cati Aguiló (Muro, 1945) es o ha sido cocinera, pastelera, empresaria de un negocio de catering y divulgadora gastronómica. Además, ha escrito el libro L'erotisme a la cuina, editado por Documenta Balear, que se presentará este viernes en Representaciones Lluch (c/ Arxiduc Lluís Salvador, 92, Palma). En el acto intervendrá Felip Munar, profesor y activista cultural, y habrá una degustación de platos y bebidas eróticas.
El libro consta de 55 recetas y bebidas. ¿No pensó ampliarlas hasta 69?
—Ja,ja,ja. No se me había ocurrido. Vaya idea más buena me acaba de dar. Como he utilizado sólo el 10 por ciento del material que tengo, si hay una segunda edición es probable que lo titule así.
¿Cómo se gestó el libro?
—Hace años daba clases en la Escola d'Hoteleria. Los estudiantes programaron una semana erótica y yo me encargué de la parte gastronómica. Se puede imaginar el éxito que tuvo en el campus. Desde entonces no he dejado de investigar sobre este tema, que me apasiona porque la relación entre gastronomía y erotismo se remonta a muchos siglos atrás y está presente en todas las culturas.
¿Ha probado todos los platos que salen en el libro?
—Por supuesto. No podría publicar una receta sin haberla comido antes. Además, el fotógrafo es mi primo e hicimos las fotos en casa de otro primo en Muro y ellos se quedaron con toda la comida. No he tenido queja.
¿Cuál es la receta que más le gusta desde el punto de vista gastronómico?
—A mí me gusta todo, pero sobre todo las cocinas exóticas y en este libro hay dos recetas, una de gambas tailandesas y otra de salmón caramelo con miel y soja, que me encantan. Todas las recetas son rápidas y fáciles de hacer. En el erotismo culinario lo que se come no tiene que ser pesado para que no te entren ganas de tumbarte en el sofá.
¿Cuáles son los mejores productos para ‘levantar' el ánimo?
—El chocolate y sobre todo el marisco, pero más todavía los moluscos como ostras, mejillones, almejas... Y aquí en Mallorca están los higos, que tienen la propiedad que va directamente a la sangre y da mucho vigor, aunque no sea lo más recomendable para los diabéticos. La rúcula y los canónigos son también muy importantes. De hecho a la rúcula le llamaban la ‘hierba desvergonzada' y las mujeres no podían tomarla en público porque se decía que aumentaba los deseos. Y Madame de Pompadour mandaba preparar a su amante ollas de sopa de canónigos.
Igual convendría aclarar que sus recetas no hacen milagros, ¿no?
—Desde luego. Lo más importante es la predisposición. Si ya empezamos a decir: «Esto es una tontería» o «Seguro que no sirve para nada», entonces mejor dejarlo estar.
¿Y fuera de la cocina?
—Un baño con diversas hierbas y especias como el orégano. Aunque salgas oliendo un poco a pizza, es infalible.
¿Hay algún producto antierótico?
—Le iba a decir el ajo, pero la verdad es que va muy bien. Lo más importante es no comer en exceso ni beber mucho alcohol.
¿No es bueno el alcohol?
—Hay bebidas afrodisíacas, pero con moderación. La que tenemos más cerca es el licor de menta y en Muro se conoce como alçapiu. Luego está el cóctel Grasshopper, elaborado también con menta.
¿No habría que intimar primero y luego comer?
—Pues no estaría mal. Y si la pareja puede cocinar junta, mucho mejor.
¿Hay algún municipio que sea más afrodisíaco que otro?
—Claro, Sa Pobla es el municipio más afrodisíaco de Mallorca, de donde era mi madre. Allí las mujeres son muy ardientes y todo el mundo come mucho picante y no sé si tendrá algo que ver la anguila.
¿Y su marido qué opina de todo esto del libro?
—Tanto él como yo estamos encantados (risas).
¿Algún secreto?
—Si compra canela o albahaca, no huele, pero si la toca suavemente y la frota entonces saca todo su aroma. Pues la mujer, igual.