La reina Sofía almorzó este martes con su cuñada Pilar de Borbón en la residencia que esta posee en Sol de Mallorca, adonde llegó acompañada de su hermana Irene a las dos de la tarde.
Fue, sin duda, una de las noticias agradables de un día marcado por la llegada de la gota fría, que hizo su aparición en forma de lluvia y granizo poco después de las cuatro de la tarde.
Doña Pilar, hermana mayor del rey Juan Carlos, ha tenido que retrasar su regreso a Madrid a causa de un ingreso de urgencia en la Clínica Rotger, que la obligó a permanecer internada varios días. La infanta Pilar mostró su agradecimiento al equipo médico que le atendió durante su estancia en la clínica cuando abandonó el centro. Pilar de Borbón sufre un cáncer de colon, como ella misma reconoció públicamente el pasado mes de mayo.
Con buen aspecto vimos llegar a doña Pilar a su residencia a las 12.47 horas. Llegó en coche, sentada junto al conductor del vehículo que habitualmente utiliza en sus desplazamientos en Mallorca, protegida por un sombrero de paja de ala ancha. Salió del coche con agilidad y se introdujo en el interior de su casa, para ultimar los detalles del almuerzo. Poco después llegaron Mayte Spínola y Julia Sáez-Angulo, amigas de doña Pilar, quienes saludaron cordialmente tras descender del vehículo.
Y exactamente a las dos de la tarde llegó el coche que llevaba a doña Sofía y a su hermana Irene, quienes se introdujeron rápidamente en el interior de la vivienda.
El almuerzo se prolongó hasta pasadas las cuatro de la tarde. El tiempo había ido empeorando a medida que avanzaban las horas y comenzó a caer una fuerte tormenta en la zona, acompañada de granizo. En un momento que la lluvia dio tregua, el vehículo de la reina Sofía se estacionó ante la puerta y las invitadas se subieron a él con rapidez. Sin embargo, al pasar ante nosotros se detuvo. Doña Sofía bajó el cristal y nos saludó, regalándonos una sonrisa. «Mal tiempo», dijo. «¡Y tanto!», respondimos, preguntando a continuación cómo estaba su marido y cómo había visto a su cuñada. «Están todos muy bien. ¡Fenomenal!», respondió con amabilidad, sin dejar de sonreír. Entonces comenzó a llover de nuevo. La reina volvió a sonreírnos, levantó la mano a guisa de saludo y el coche inició el regreso a Marivent.
Valió la pena esperar, tanto por el gesto de doña Sofía como por las buenas noticias que nos dio. Todo fenomenal.