Desde hace poco más de un año y tras disfrutar de la primera Spartan Race (carrera de obstáculos) celebrada en el acuartelamiento militar Jaume II, de Palma, el mallorquín Juan Lladó se aficionó a participar en este tipo de competiciones. «Desde siempre he practicado algo de deporte e incluso competí en Muay Thai, pero la Spartan me enganchó por el gran ambiente que se respira y la superación personal», asegura Lladó, quien dirige su propia empresa dedicada al sector de la construcción y el comercio.
A sus 44 años, este palmesano ha logrado competir en 14 pruebas, tanto en el territorio nacional como en Andorra, Grecia y Las Vegas. Hace unos días, y aún con el jet lag en el cuerpo, nos confesó que «ha sido una aventura increíble». No sólo por cruzar el Fire Jump (meta de fuego) en dos ocasiones –ya que participó en dos pruebas que le provocaron heridas y roturas en los dedos de sus pies– sino por haber podido ascender de manera clandestina por el Stairway To Heaven, con sus 5.000 peldaños de acero sobre el precipicio de la montaña, en compañía de dos corredores catalanes sin que la autoridad del lugar les detuviera y multara con 3.000 dólares a cada uno.
Las paradisíacas playas de Hawái sirvieron, tras la prueba, como descanso del guerrero. Uno de los primeros obstáculos que el mallorquín tuvo que superar fue las más de 30 horas de viaje, entre escalas y vuelos. «Aterrizas agotado y no da tiempo a recuperarse antes de la carrera». Pese a ello, Juan Lladó disfrutó en un circuito rodeado de ficticios esqueletos de dinosaurios y un escenario donde se rodaron varias películas, como Jurasic Parc y Perdidos. «Era como encontrarme dentro de la película, un paisaje de gran belleza». Pero Hawái no ha sido el único destino idílico de Lladó, ya que su anterior objetivo fue Las Vegas, experiencia que compartió junto a su pareja, Kristine Martin.
Alojados en el hotel Luxor de la ciudad más grande de Nevada, la pareja cuenta con anécdotas como que «teníamos que cruzar por en medio del casino para llegar a nuestra habitación, y cuando llegamos de la competición, llenos de barro, parecía que veníamos de la guerra». Uno de los momentos inolvidables fue «cruzar la Fire Jump los dos juntos». La Spartan Race se ha convertido para este joven empresario en una afición y un nuevo modo de vida. De hecho, participa en un futuro proyecto junto a Palma Beach, del cual es embajador, para que muchos aficionados disfruten en Mallorca de la experiencia de estas divertidas y nada fáciles, carreras de obstáculos.
«Además de correr unos kilómetros, subir cuerdas, cargar con peso, arrastrarte por el barro y otras pruebas se hacen buenas amistades, se descubren lugares fantásticos y otras culturas pero, sobre todo , se conoce más uno mismo».