Hubo un tiempo en que Mallorca tuvo el privilegio de contar con una playa paradisíaca y naturista con un ambiente idílico y de cierta privacidad. Era uno de los rincones con encanto del verano en Mallorca. Su acceso por un camino sin asfaltar y la inexistencia de GPS e Internet obraron el milagro, existente hasta fechas recientes. Pero ahora, por desgracia, todo ha cambiado.
El paisaje de la cala entre pinos es el mismo, incluido su chiringuito restaurante con terraza panorámica, pero donde antes había como mucho una docena de coches aparcados, ahora se cuentan por cientos los que llegan durante el día sobre la cómoda carretera asfaltada. Lo mismo ocurre con los yates y embarcaciones de recreo. Su presencia, antaño testimonial, ahora es tan masiva que oculta por completo la línea del horizonte.
Por fortuna, ahora está balizada y las embarcaciones a todo motor ya no esquivan a los bañistas hasta la orilla, como antes. Pero, por si fuera poco, ha perdido su esencia original, al dominar los ‘textiles' sus reducidas dimensiones, en detrimento de un nudismo ahora residual, que fue pionero en Mallorca, incentivado antes de forma oficial por un cartel, ahora eliminado. El Mago se ha convertido en un rincón con encanto... para el recuerdo.