Días atrás, en la sección El plan ideal de este periódico, la china Cristina, dueña del restaurante La cocina china, comentó que su máxima ilusión en este verano sería bañarse en el mar, algo que no había hecho en su vida. Vamos, es que ni siquiera había tomado el sol. Es más, jamás había estado en una playa. Así que decidimos que se bañara por primera vez. Y a fe que lo conseguimos, porque véanla en remojo en la playa de Ciutat Jardí.
No haberse bañado nunca implica no tener bañador, así que le recomendamos que se comprara uno, cosa que hizo en El Corte Inglés, de Avenidas, que le caía a cuatro pasos del restaurante y… Pues puestos a comprarse uno eligió marca y utilidad. Adquirió un Ralph Lauren que, además, le sirve de body; es decir, se pone encima de él unos pantalones y puede ir hasta de fiesta.
Cristina, cuyo nombre verdadero es Qun Ye Pan, nacida en Wenzhou hace 49 años, llegó a España el 5 de agosto de 1985 y a Mallorca unos pocos años después. Su familia ha trabajado en la construcción y en restauración. ¿Que por qué Cristina? «Porque es un nombre que me gusta, porque suena muy bien y es fácil de recordar. Casi todos los chinos cuando llegamos a Europa solemos ponernos un nombre del país que elegimos».
Bueno, pues ya estamos en la playa. Cristina se despoja de los pantalones, quedándose en bañador. Su piel es blanca, como la de casi todos los chinos, de ahí que para protegerla se embadurne piernas, brazos, hombros, espalda y cara con protector Lancaster.
«Por norma general, al chino le gusta la cercanía del mar, pero no bañarse en él y mucho menos tomar el sol. ¿Que por qué? Por temor a que la piel, que la solemos tener muy blanca, tome un color más que bronceado, oscuro y feo. De ahí que no vayamos a la playa o, al menos, no vayamos como ustedes a tomar el sol y a bañarnos. También influye que en muchas playas de China la arena no es tan fina como en esta, ni tampoco el agua tan transparente. De todos modos –añade–, con el paso del tiempo los gustos van cambiando, empiezan a ir a la playa y en las ciudades comienzan a abrirse tiendas de rayos uva».
Cristina introduce los pies en el mar por primera vez en su vida. Avanza hasta que le llega a la cintura, que es cuando se deja caer quedando con el agua hasta el cuello. Como no sabe nadar, hace pie y no se mueve. Juguetea con el agua, se estira sobre ella, esquiva las pequeñas olas que mueren en la orilla… Por ser el primer día, ya está bien.
«La sensación ha sido buena, mejor de lo que me imaginaba. Así que repetiré –resume esta primera experiencia–. Con el tiempo iré tomando confianza y entraré más adentro. Incluso puede que vaya a aprender a nadar. Y está claro que recomendaré a mis amigos y conocidos que se bañen, y que lo hagan en una playa, con estas aguas tan limpias que tenemos».
Pues, ¡bienvenida a la playa y al mar! Y que no sea la última vez. «Seguro, porque volveré».