Cuando la arena cubre calles y plazas en Ciutadella, los caballos y sus jinetes –que son los centauros de Sant Joan– recuperan estos espacios urbanos para transformarlos en los escenarios que acogen los actos protocolarios de las fiestas.
Son 48 horas intensas, agotadoras y apasionadas en las que la antigua Medina Menûrqa y miles de visitantes, atraídos por la espectacularidad y el misterio de unos protocols no escritos, viven y reviven la ciudad estamental. Son los seis caixers que representan la Iglesia: Gerard Villalonga, vicario general de la diócesis, caixer capellà; la nobleza: Julio de Olives, caixer senyor; la payesía: Pedro Marquès y Pedro Moll, caixers pagesos; los menestrales: Martí Faner, caixer casat; y los aprendices: Joan Bosch, caixer fadrí.
Con ellos –cuyo mandato dura un bienio– más de 200 cavallers que, por el origen de la gran fiesta de Ciutadella en la desaparecida Obreria de Sant Joan, han de ser payeses o sus hijos.
Los actos del Dissabte de Sant Joan concluyeron la pasada madrugada con la beguda que ofreció Julio de Olives en Can Sintas, la casa solariega que ha acogido los actos del caixer senyor. A las 8 de la mañana de ayer acudió de nuevo el fabioler para solicitar el permiso con el que llevó a cabo el replec –la recogida– de los jinetes para volver a formar sa Qualcada.
El Dia de Sant Joan aportó la espiritualidad de la Missa des Caixers, que ofició el caixer capellà, Gerard Villalonga, quien manifestó: «Acaba un bienio, vendrán otros. Esta Catedral se llenará, año tras año, en la fiesta de Sant Joan. Nosotros pasamos, otros pasarán, pero la fe permanecerá viva como parte integrante de la identidad del pueblo de Ciutadella». Los Jocs i Corregudes des Pla aportaron los momentos de mayor espectacularidad y riesgo, con la destreza y habilidad que demostraron los jinetes.