No hay duda que el amor transforma a la persona que ama. O dicho de otro modo, el amor, y la felicidad que emana de este, transforma a quien se encuentra en ese estado. Incluso le rejuvenece.
Lo decimos porque este viernes nos encontramos en La Rambla (Palma), camino de su casa, con Aina Salom, farmacéutica, exconsellera de Sanitat y exesposa del economista y exconseller de Hisenda Carles Manera, que iba cogida de la mano de su recién estrenado marido, Mateu Ramis Cañellas, exsacerdote y divorciado de su primera mujer, con la que tiene tres hijos, dos menos que ella.
Y decimos recién casados, porque se casaron la pasada semana, en el Ajuntament de Santa María del Camí. Ella iba de rojo pasión con una chaquetita-capa de color rosa claro, llevando en sus manos un ramo de lirios blancos, y él de traje azul, con una flor en el ojal de la americana, todo a juego con el color plateado de sus cabellos.
De sus ojos, cada vez que se miraban, incluso cuando, durante el casamiento, lo hacían a hurtadillas, emanaba un dicha que los llevaba casi al éxtasis. ¡Ah!, los respaldos de los asientos que ocuparon durante la ceremonia, estaban cubiertos por sendas banderas republicanas.
Haciendo un alto en su camino a casa, nos contaron que hace cuarenta años fueron algo más que amigos, podríamos decir que novios, pero «Carles Manera me la quitó», reconoce él, mientras Aina calla.
Mateu, misionero en Perú, una vez secularizado, junto con otros exsacerdotes y gente de tendencia hacia la izquierda, entre los que se encontraba Aina, se reunían en Can Arabí, en Binissalem. Y ahí fue donde uno y otra empezaron a sentir ese revoloteo de mariposas que se produce en el estómago cuando surge el amor. Pero por una serie de circunstancias, Carles Manera se la llevó y se casó con ella. «Sí, en eso, creo que me traicionó, aunque yo también tuve parte de culpa por darles libertad, pues yo por entonces era muy liberal».
Él también se casó. Años después, o para ser más exactos, hace año y medio se volvieron a reencontrar, estando ya ambos divorciados. «Yo le mandaba wasaps –dice ella– y él se dejaba querer, pero no más. Un día nos encontramos en un funeral y a partir de ahí volvimos a salir. Otro día, en el cine... La película era La forma del agua. Nunca se nos olvidará –Aina le mira con ternura y sonríe–. Estando viendo la película –retoma el relato– nos cogimos de la mano y saltó la chispa y… Pues aquí estamos, después de habernos casado el pasado día ocho».
No han hecho viaje de luna de miel, entre otras cosas «porque siempre habrá un momento para hacerlo», y también porque antes de casarse viajaron, durante dos semanas, a Florencia, Alemania y Portugal. Y también, lo cual es evidente, su actual estado es de total y absoluta luna de miel.
Es evidente que para Aina, a la tercera va la vencida, tras dos matrimonios fallidos. Vamos, que tiene claro que su vida queda ligada para siempre a la de Mateu, y que este también está convencido que con él no se cumplirá aquello de que no hay dos sin tres, pues Aina es la mujer de su vida.
¿Qué si hubo petición de mano? ¡Por supuesto que la hubo! Como mandan los cánones. Petición, además de rodillas. «Le dije a su madre si me concedía la mano de su hija… ¿Y sabes lo que me dijo? Pues que no solo me concedía su mano, sin que me dijo que me la llevara entera».
Por cierto, la madre de ella, que ha sobrepasado los 80 años de edad, está lozana, como una jovencita. Pues helos ahí. Jamás vimos a una pareja tan feliz como esta. Deseamos que sea para siempre en nombre del amor y la felicidad.