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Amor en Uganda

Desde la propia experiencia, Lucky ayuda, junto a su mujer, Jessica, a otros niños de la calle para que no caigan en las redes de la prostitución, las drogas o los robos. Los llamados ‘niños invisibles’ son ignorados por su propia sociedad y encuentran en el local de Jessica y Lucky un lugar donde aprender a leer, escribir y comer algo. Ahora, la pareja estará unos días en Palma para conseguir ayuda económica y seguir su ejemplar labor. | Youtube Ultima Hora

| Palma |

No tengo miedo a la muerte, pero sí quiero vivir», asegura Lucky, recién llegado a Mallorca de la mano de su esposa, Jessica Palacios. Lucky es uno de los llamados ‘niños invisibles' del gueto de Kisenyi en Uganda. Actualmente tiene 34 años y es la primera vez que sale de Uganda. Lucky y Jessica se conocieron hace un año cuando ella, junto a una amiga con la que realizaba talleres de reciclaje creativo para mujeres y niños, se dirigieron al gueto de Kisenyi, en el centro de Kampala, capital de Uganda. En mayo, contrajeron matrimonio y crearon la organización Life Mu Ghetto.

Lucky, perteneciente a la tribu bajisu (en el monte Elgon), tenía siete años cuando se escapó de su casa, cansado del maltrato de su padre. «Huí hacia el poblado de Embale y allí me busqué la vida, con otro niño, en una casa de un señor que nos acogió y vendíamos huevos para él, quien nos compensaba con algo de dinero pero un día el otro niño robó y yo me marché por miedo, ante la posibilidad de que creyeran que yo tenía algo que ver. Allí a los ladrones los queman vivos».

Las calles de Kampala fueron su refugio y encontró alimento gracias a trabajar limpiando platos y sacando la basura de los restaurantes. Gracias a la ayuda de una organización, Lucky aprendió a cantar en las iglesias, donde compuso la canción Life Mu Ghetto. «He tenido la suerte de salir de la calle, algo que no puede decir la mayoría de los niños y mucho menos ahora que las autoridades quieren convertir el lugar en destino turístico y la policía se lleva a la gente o los mete en la cárcel hasta los 18 años».

Con el sueldo de Jessica, gracias a trabajar con su padre, propietario de Vendo Oro, ha podido coger un pequeño local donde están educando a seis niños y una niña. Pero el objetivo está en poder continuar su labor. Para ello han viajado hasta Mallorca para intentar recaudar algo de dinero. «Queremos acoger a estos niños, no sólo por unas horas y que vuelvan a la calle, sino que tengan un techo donde dormir, higiene y un futuro digno».

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