Magdalena Mas (Sant Joan, 1990) por fin pudo dormir bien en la noche del lunes al martes. Atrás quedaban semanas, pero sobre todo los últimos días llenos de nervios. Inquieta por naturaleza, su carácter movido se acrecentó durante el concurso. Pero esa inquietud innata le ayudó a lograr el tercer premio del prestigioso concurso GMChef celebrado el lunes en Mas Marroig, una masía del siglo XV donde El Celler de Can Roca celebra eventos. A esta cita se presentaron más de 1.000 alumnos de 80 escuelas de cocina de toda España. La final estuvo tan igualada que Magda Mas obtuvo la misma puntuación que el cuarto finalista. El jurado decidió eliminar la nota más alta y más baja y el resultado le benefició. Su tercer puesto le hará tener un stage en el restaurante Acantum de Xanty Elías, en Huelva.
-Tiene 28 años, pero hasta el año pasado no se decidió a estudiar cocina.
Soy trabaladora social, pero la cocina me ha gustado desde siempre, aunque no me decidía. Un día, trabajando con un grupo de chicos con discapacidadaes en clase de cocina me di cuenta de lo que disfrutaba con ello y pensé que me tenía que dedica a ello. Hice la prueba sin que lo supieran en casa y pensé: «Si me cogen, lo hago, si no, me olvido». Y me cogieron.
-¿Quién le animó a presentarse al concurso?
-Mis profesores Joana Cantallops y Miquel Estarellas. Yo no quería.
-Tuvo que pasar tres pruebas
-Sí, todo empezó en la primavera pasada. Hice un vídeo elaborando una terrina de cordero a baja temperatura con albaricoques.En semifinales presenté la tapa de buñuelo de sesos y tumbet y para la final el frit de safarnària.
-No era obligatorio que cambiara de receta.
-No, de hecho fui la única que lo hice. Yo entiendo la cocina con productos de temporada y kilómetro cero. Todas las recetas tienen ingredientes de Mallorca, lógicamente, pero para la final quise ir más allá y mostré la cocina de mi casa. La zanahoria morada no se come mucho, pero en mi casa sí. E incluso el hinojo es de nuestro huerto.
-En la final se veía muy buen ambiente entre los finalistas.
-Nos hemos ayudado, no hemos competido entre nosotros. Son todos unas grandes personas y unos magníficos cocineros. Antes de la final creamos un grupo de WhatsApp para irnos conociendo y hacer piña.
-¿Se acuerda especialmente de algún comentario de un miembro del jurado?
-Todos estuvieron muy cariñosos y atentos. Cocinar un plato y que lo prueben estas personalidades ya es un triunfo. Pero ahora me acuerdo de unas palabras de Joan Roca que me hicieron una gran ilusión. "Nunca pierdas ese acento mallorquín”, me dijo.
-¿Hay tradición culinaria en su familia?
-Nunca hemos tenido un restaurante, pero mi abuela cocinaba de maravilla y mi madre es una gran cocinera también.
-¿Con qué plato se queda de ella?
-Uf, no sé, con tantos…Pero sus sopes mallorquines y el arròs brut están a otro nivel. Tengo la suerte de que, además, me gusta casi todo.
-¿Qué no le gusta?
-Los callos y los caracoles, pero si tengo que probarlos, lo hago.
-También participó en el evento Fórum Gastrnòmic que se celebró en Girona.
-Sí, me lo pasé muy bien el pasado domingo porque cada uno hicimos una tapa. Todos hicieron la que presentaron al día siguiente en el concurso, pero yo la cambié e hice una terrina de cordero, que es una de mis carnes favoritas, con membrillo.
-¿Y a partir de ahora?
-Pues a estudiar, que tengo un montón de exámenes. Y a seguir aprendiendo.