La historia de Honey está movilizando a innumerables personas en Japón y más allá. Estos días su calvario está siendo conocido en Occidente, aunque en el país nipón hace algo más que se sabe, y ello ha generado protestas y movimientos entre las personas para salvaguardar la vida de los más indefensos.
Todo empezó hará cuestión de siete meses. Un parque marino quebró y su propietario echó a todo el mundo y bajó la barrera. En realidad no echó a todo el mundo, pues en sus instalaciones se quedó este delfín capturado en la bahía de Taiji hace más de diez años.
A Honey le acompañan en su 'cautiverio' más de cuarenta pingüinos. Todos se alimentan por ahora con reservas de pescado congelado que les siguen llevando antiguos trabajadores de forma voluntaria y altruista, unas reservas que no obstante no durarán mucho.
Los activistas a favor de los derechos de los animales temen que esta situación pase factura a la salud del mamífero y las aves acuáticas, mientras que las autoridades han examinado el caso y, de momento, no ven indicios de que esta forma de mantenerlos sea incorrecta.
Asimismo, ningún otro parque marino del país ha abierto sus puertas para acogerlos, aunque es algo que puede cambiar -de hecho se espera que así suceda- gracias a la ingente presión mediática.