Hace tres semanas que Felicidad Ruiz estaba al borde del precipicio, con cáncer de mama, sin dinero, con dos hijos a su cuidado, desahuciada? Enferma y en la calle. Al divulgar Ultima Hora su situación, la respuesta de la gente no se hizo esperar, ni la de las autoridades.
Ascen Maestre, en nombre de SOS Mamás, la ha apoyado proporcionándole alimentos; particulares le ingresaron dinero en su cuenta, un empresario se ofreció para alquilarle una casa durante un año, recibió llamadas de apoyo desde medio mundo? Encima, el Ajuntament de Palma le proporcionó una plaza en el centro de acogida SAM para que se instalara en él con sus hijos menores; la Conselleria de Benestar le remedió el problema que conlleva la manutención de estos, asignándole una paga de unos 650 euros, mientras que la Seguridad Social le comunicaba que tendrá que hacer un examen médico y que, según el resultado, puede tener derecho a una paga.
Todo era felicidad hasta que tuvo que ser ingresada de urgencia en Son Llàtzer por una infección en la sangre. Días después, firma la baja voluntaria, sale del hospital por unas horas, se cita con la casera ?a la que le debe un año? y le entrega la llave. «Porque esa persona no tiene por qué pagar las consecuencias de que yo no pueda trabajar y no pueda pagarle. Le he devuelto las llaves y, si algún día tengo dinero, le devolveré hasta el último céntimo de lo que le debo».
Inmediatamente después, reingresa en el hospital, donde ha permanecido hasta el pasado fin de semana. Se ha ido a vivir al albergue, que es el único lugar al que puede ir y, de este modo, recuperar a su hija. Al estar ella en la clínica y no tener casa, unos días vivía en la de una tía suya y otros en la de una amiga, por lo cual, un día la policía, mandada por el IMAS, la fue a buscar y se la llevó al Centro Tramuntana. «Y yo no quiero separarme de ella. Por eso, he dejado el hospital y he ido al albergue. Porque teniendo un techo me la han devuelto».
Pero Felicidad no ha podido aguantar muchos días en el albergue. Allí, cada mañana, según las normas, debe de abandonar el centro hasta el mediodía, en que le sirven la comida y la cena. Si tiene que salir a algún sitio, los hijos la tienen que acompañar. Si los hijos salen antes del colegio, no pueden ir al centro hasta el mediodía. Si tienen que hacer un trabajo escolar en equipo y han de ir a casa de otros chicos, no pueden salir. Ella, a causa de la enfermedad, y más ahora que tendrán que darle sesiones de radio, duerme, a lo mejor, durante el día, y por las noches le entran ganas de salir, cosa que ahí no puede, porque las normas de la casa no lo permiten. «Por eso, dejo el centro, dando las gracias al Ajuntament por habérmelo concedido, y me voy a vivir a casa de una hermana, mientras el Ibavi me alquila uno de sus pisos».
También ha intentado alquilar una habitación, «pero cuando se han enterado de que era para dos, para mi hija y para mí ?mi hijo vive en casa de su hermano?, me han dicho que no. Y es que todos son problemas, murmura. Porque sales de una, y cuando crees que puedes levantar cabeza, te viene otra. Pero tengo fe en que todo se solucionará. También tengo claro que mi hija nunca se separará de mí, que estará donde esté yo».
Por último, Felicidad quiere dar las gracias a todos los que la han ayudado. «Por eso, cuento cómo estoy, para que sepan lo que hago gracias a sus ayudas y también para que sepan los motivos por los que no estoy en el albergue. Al fin y al cabo, es gracias a la gente. Por ello, a todos, ¡muchas gracias! No tengo palabras».