Todas son moteras, solidarias. 50 mujeres y 50 historias. Todas forman parte del grupo Princesas del asfalto, creado en 2013 por Gema del Valle para agrupar a chicas moteras en torno a un espíritu libre, solidario y en contacto con la naturaleza. El próximo día 22 de octubre organizan la segunda edición de su Ruta Motera Chalecos Rosas, a beneficio de la Asociación Española Contra el Cáncer. En la primera consiguieron movilizar más de mil motos. No todas, pero algunas de ellas, conocen una enfermedad que ya han superado o están en proceso de hacerlo. Amaia tiene 5 hijos y una Harley, tuvo cáncer (ya superado) y ya ha recorrido más de 200.000 kilómetros con alguna de sus tres anteriores motos.
Tanto Amaia como Fina, Antònia, Gema u Olivia afirman que lo mejor de ser motera es «la sensación de convivir con la naturaleza, te olvidas de quién eres, te deja meditar; vas en grupo, pero en tu mundo, es la desconexión perfecta». Apuestan por vivir la vida, vivirla al día, disfrutando de todo lo que te da. «Quedamos una vez al mes para hacer una ruta, comer o tomar un café. No existe un perfil concreto para ser motera de las Princesas. Cada una es un punto distinto. Hace ya cuatro años tenía la ilusión de tener un grupo de chicas moteras. A raíz de un artículo que publiqué en la Península me propuse crear un grupo a través de las redes sociales. Al principio nos apuntamos unas 20. Quedamos para conocernos y así empezó todo. El nombre lo tenía muy claro desde hace muchos años», afirma Gema, alma mater de este grupo y enamorada de las motos desde que tenía 16 años.
Antònia también es del grupo. Lleva 50.000 kilómetros con su Harley Davidson. Ha viajado por casi toda Europa y la Península. Amaia, afectada por un cáncer de mama y ya recuperada. «Soy muy positiva. Siempre he ido en moto, pero casi siempre de paquete. Un día me quedé sola, me divorcié y me compré una. Llegué muy mal al grupo de moteras, muy deteriorada y se me abrió un mundo maravilloso, de risas y de amigas. Soy de los Bribones Bikers y también de las Princesas».
Sus vidas, mejores o peores, las guardan cuando rugen sus motos. Olivia, con su Kawasaki 750, disfruta como todas en cada una de las salidas.