En esta ocasión, el hábito sí hizo al monje y casi lo deja seco. Siete amigos seminaristas de Cardiff celebraban que uno de ellos había sido ordenado sacerdote, y como jóvenes cualesquiera, pensaron en ir a tomar una copa. No creyeron que sus sotanas y alzacuellos representaran ningún problema, pero lo cierto es que el portero de un local no les dejó pasar.
El motivo era muy sencillo: las normas del establecimiento no permitían la entrada a personas disfrazadas ni a despedidas de soltero. Según informa The Telegraph, los hombres trataron de que el trabajador entendiera que eran religiosos, que no se trataban de ningún grupo de jóvenes celebrando el próximo casamiento de uno de ellos.
No les creyó. Tampoco lo hizo en un primer momento el mismo propietario del pub, que pensó que le intentaban engañar.
Sin embargo, el gerente sí dio crédito a su versión, comprobó que sus vestimentas eran reales y no ningún disfraz, y se disculpó en nombre de la empresa, dejándoles finalmente acceder al recinto con una buena historia que contar.