Este martes se abren al público los jardines de Marivent, una de las casas más emblemáticas de Palma. Los visitantes podrán admirar el parque, que se ha completado con esculturas de Joan Miró gracias a la cesión de la familia del artista. Pero las paredes de Marivent permanecerán cerradas al público. Ellas conocen cómo fue la vida cotidiana de los ahora reyes eméritos desde que en 1973 pasaron a ocupar el edificio, cedido por la Diputación Provincial, para sus vacaciones de verano.
Marivent es aún hoy 'refugio' de la reina Sofía. Allí deben residir muchos de los mejores recuerdos de su vida. En 1973 quiso crear una casa de verano en la que poder caminar descalza y vestir ropa cómoda y fuera de la norma. Enmoquetó estancias, pintó las magníficas puertas de blanco y colocó en el hall una mesa de pimpón. En el primer piso acondicionó unas habitaciones para su madre y sus hermanos, que fueron tratados con la mayor de las deferencias.
En la torre dormía el matrimonio real, y sobre ellos, la reina Federica mandó montar un campamento de verano en el que todos sus nietos podían dormir juntos, como en un cuartel o en una comuna. Colchones en el suelo, ollas y cantimploras imitaban un camping.
En Marivent, la vida familiar discurría alrededor de la terraza y la piscina. Alí nunca faltaba la prensa del día y las revistas de sociedad y del corazón, que se devoran con pasión. En la casa se economizaba. Sólo cuando se recibían a invitados ilustres se tiraba la casa por la ventana. Doña Sofía ordenaba que nunca faltaran en las habitaciones la fruta fresca, los bombones y una bandeja con productos de baño de su marca favorita, Body Shop.
En la terraza se servía el desayuno hasta muy tarde porque nadie madrugaba. Se servía siempre en bufet muy abundante. Después, la familia salía a navegar. Antiguamente lo hacía en el Fortuna y se almorzaba a bordo. A don Juan Carlos le gusta comer bien, así que la casa andaba provista de buenos cocineros, hasta cuatro, que trabajaban siempre con las mejores materias primas. Doña Sofia era menos exigente, también en las formas.
El rey emérito es obsesivamente ordenado y pulcro, hasta el extremo de que todas sus camisas se guardaban con su funda, fundas que cosían las modistas en La Zarzuela. Doña Sofía daba menos importancia a estos detalles y sus habitaciones acaban pareciendo un bazar en el que se amontonan joyas y pañuelos.
Para las cenas en familia también se eligía el bufé. Se disponían en la terraza mesas redondas que crecían en función del número de comensales. A pesar del relajo, el servicio siempre era perfecto, con camareros uniformados con guerreras blancas con botonadura dorada con las armas del Rey y doncellas con cofia que atendían de la misma manera que en el Palacio Real o en La Zarzuela.
Con el tiempo inevitablemente llegaron las bodas y los nietos. Entonces se decidió rehabilitar tres casas anexas al palacio que hoy utilizan los actuales reyes y las infantas Elena y Cristina, esta última cuando pasaba sus largas y tranquilas vacaciones. A Iñaki Urdangarin le encantaba la vida en Marivent, y era de los más exigentes con su buen funcionamiento.
Hace unos años nada hacía presagiar que ese estilo de vida elegante y relajado tenía las horas contadas. La apertura de sus jardines al público es quizás el principio del fin.