Entre poc i massa la mesura passa. Algo parecido debieron pensar los médicos que atendieron a Romario dos Santos Alves, un brasileño obsesionado por el culturismo al que casi tuvieron que amputar los brazos.
El joven pasó casi un año inyectándose Synthol, un peligroso cóctel de sustancias para aumentar el volumen muscular.
Finalmente, decidió hacer caso a los sanitarios y a su mujer, que le amenazó con abandonarle si no ponía fin a su adicción.
Recuperado su aspecto normal, confiesa ahora que «no valía la pena».