El defensor del Pueblo, Enrique Múgica, aseguró ayer que el sistema para atender a estos menores no está dando frutos. Entre las deficiencias encontradas, ha citado que se prohíbe a los menores la asistencia a centros educativos, se les administra medicación psiquiátrica a veces abusiva y contra su voluntad.
Se imponen como castigo, ha proseguido, determinadas medidas de contención o aislamiento, y a veces se efectúan registros personales obligándolos a desnudarse completamente sin justificación.
Ha denunciado que algunos especialistas justifican el internamiento en salas de aislamiento sin ventilación, a veces por tiempo indeterminado, porque se trata de que «el niño toque fondo, de doblegar del todo su resistencia».
Estos menores «no son delincuentes», advirtió Múgica, sino que su único delito es «nacer» en familias desestructuradas o haber crecido en la marginación y la exclusión social.
La soledad puede llegar a ser tan honda en las celdas de aislamiento de algunos centros de protección de menores con trastornos de conducta y en situación de dificultad social que los niños reclaman a veces una medicación que les ayude a «soportar la angustia del emparedamiento».
Así describió ayer el defensor del Pueblo las consecuencias de ser internado en estas salas, a veces por tiempo indeterminado, de las que disponen el 68% de los 27 centros de este tipo analizados en un informe presentado ayer en la Comisión Mixta Congreso-Senado. Su objetivo es «garantizar la seguridad de los menores en momentos de descontrol», con el nombre eufemístico de 'salas de reflexión' o 'salas de baja estimulación', explicó Múgica. Sin embargo, «un instante de permanencia en el interior de esas celdas permite aseverar que atentan no sólo contra la salud psíquica y la dignidad de los menores, sino también contra los más elementales sentimientos de humanidad que debieran inspirar todos los métodos de intervención terapéutica», indicó.
Llegan a tener, en algún caso, portones de hierro y paredes forradas de caucho negro, carecen de ventilación y apenas alcanzan los tres metros de longitud.
«Esos cuchitriles, en los que so pretexto de garantizar la seguridad de los menores en momentos de descontrol se priva a los niños de todo estímulo sensorial hasta anular su resistencia, tendrían que ser sustituidos de inmediato por otros espacios, convenientemente acondicionados para evitar posibles lesiones».
Las medidas que suscitan mayor rechazo son las de separación del grupo y aislamiento, el empleo abusivo de las contenciones, el uso excesivo de fármacos y determinadas prácticas denominadas impropiamente 'educativo-creativas', prosiguió.