El director general de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), Jacques Diouf, advirtió ayer que el hambre es una pandemia en expansión en este primer tramo del siglo XXI. Según los datos oficiales de la ONU la cifra de personas que pasan hambre se acerca cada vez más a los 1.000 millones, un dato que es para Diouf «más inquietante» que los que se registraron en 1996. Es precisamente esta situación la que están intentando solucionar los dirigentes de los 120 países que participan ayer y hoy en Madrid en la Reunión de Alto Nivel sobre seguridad alimentaria organizada por el Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero.
El máximo responsable de la FAO subrayó que la seguridad alimentaria es una «condición primordial para la paz y la seguridad en el mundo» y alertó de que en 2008 las previsiones apuntan a que los hambrientos en el mundo han aumentado en más de 40 millones, lo que situaría la cifra total en 963 millones de personas que sufren en el mundo hambre y desnutrición. Esta cifra que ya se acerca peligrosamente a los 1.000 millones de hambrientos es para Diouf «más inquietante» que la registrada en 1996.
En su intervención, el responsable de la FAO señaló que de forma paradójica, la producción mundial de cereales en 2008 ha alcanzado «un nuevo récord» y debería bastar para alimentar a la población mundial hasta 2009, dijo el también vicepresidente del equipo de alto nivel del secretario general de la ONU para la crisis alimentaria mundial. En este sentido, Diouf llamó la atención sobre el hecho de que los recursos destinados a sostener la agricultura y la ganadería en los países pobres y en desarrollo haya caído en los últimos años "hoy representa sólo el 3 por ciento de la ayuda al desarrollo mundial, cuando en 1980 representaba un 18 por ciento" por lo que instó a la comunidad internacional a «movilizar recursos adicionales» en ese sentido.
Al respecto saludó la decisión de la UE de destinar 1.000 millones de euros para ayudar a los productores agrícolas del tercer mundo, pero advirtió de que la financiación en este campo aún dista mucho de estar a la altura de las necesidades.
También alertó de que la caída del precio de los alimentos registrada desde junio no debe interpretarse como el «final» de la crisis alimentaria, porque la contracción de los precios podría «desalentar» las inversiones de algunos agricultores. Y si la siembra de la próxima campaña se reduce, volvería a producirse un «brusco» aumento de los precios, quizás incluso más fuerte que el registrado en 2007 y 2008.