Benedicto XVI rezó ayer, en su último día de estancia en Estados Unidos, con familiares de las víctimas de los atentados del 11 de septiembre de 2001, en una emotiva y breve ceremonia que devolvió a la memoria de los neoyorquinos aquellos trágicos recuerdos.
En el escenario del peor atentado terrorista sufrido por Estados Unidos y en un día gris, frío y amenazando lluvia, el Papa rezó con un grupo de personas en representación de los casi 3.000 muertos que causaron los terroristas de Al Qaeda al estrellar dos aviones comerciales contra las Torres Gemelas de Nueva York.
Benedicto XVI cruzó en su «papamóvil», acompañado por el arzobispo de Nueva York y cardenal Edward Egan y su secretario personal, Georg Ganswein, la rampa que sirvió para sacar del enorme socavón que dejaron las Torres los cuerpos de las víctimas y por donde ahora se entra a la reconstrucción del lugar.
El obispo de Roma, que ayer utilizó abrigo encima de su sotana blanca, bajó del «papamóvil» para dirigirse a un pequeño altar con los colores vaticanos, blanco y amarillo, en donde se arrodilló, rezó y encendió una vela por las víctimas.
La plegaria en la «zona cero» marcó un momento de recogimiento de la primera visita del Papa a Estados Unidos, que termina después de seis días, y en la que ha tenido la ocasión de encontrarse con multitudes.
Benedicto XVI rezó desde ese «escenario de increíble violencia y dolor» por los fallecidos policías, bomberos, trabajadores de la Autoridad del Puerto de Nueva York y Nueva Jersey y protección civil, así como por los trabajadores de los edificios, y las personas que quedaron con minusvalías o enfermaron en los trabajos de desescombro y rescate de las víctimas. También pidió por las víctimas que los terroristas islámicos causaron en sus ataques al Pentágono, en Washington, y del avión que se estrelló ese mismo día en Shanksville (Pensilvania).
«Dios de paz, tráenos tu paz a nuestro violento mundo: paz en los corazones de todos los hombres y mujeres de las naciones de la tierra... Lleva tu amor a los corazones y las mentes de quienes están consumidos por el odio», pidió el pontífice.
Poco después, representantes de la Policía, del servicio de bomberos y de la autoridad portuaria, todos con víctimas en el atentado, saludaron y besaron el anillo de Benedicto XVI, al igual que hizo el grupo de familiares de las víctimas.