Las repatriaciones de inmigrantes senegaleses indocumentados llegados a Canarias en las últimas semanas, que fueron anunciadas el miércoles a bombo y platillo por el Gobierno, no han comenzado con buen pie. Tras el primer vuelo que devolvió el miércoles a su país a 99 senegaleses, las repatriaciones han quedado suspendidas a petición de las autoridades del país africano, tras las denuncias de los indocumentados de que fueron engañados porque se les dijo que iban a campamentos en la Península y al subir al avión fueron esposados. Han acusado al gobierno de su país de traicionarles y le piden los 1.200 euros que les costó el pasaje en el cayuco para llegra a Canarias. Tras recibir la queja diplomática, Exteriores pidió información a Interior. La DGP ha respondido que los derechos humanos de los inmigrantes repatriados fueron respetados.
A la espera de que se «dilucide» la situación y se dé una respuesta oficial a Senegal, el Ministerio de Asuntos Exteriores ha confirmado que las repatriaciones previstas quedan suspendidas.
La prensa senegalesa se hacía ayer amplio eco de los incidentes registrados cuando el avión llegó al aeropuerto de Dakar. Los 99 senegaleses repatriados acusaron al Gobierno de su país de «traición» y de haberles traído de regreso a Senegal engañados, y le pidieron que les pague los 800.000 francos CFA (unos 1.220 euros) que les costó el viaje en cayuco hacia España.Uno de ellos, erigido en portavoz del grupo, de nombre Samba Ndao Dieng, explicó al diario Le Quotidien: «Dos mujeres y tres hombres, que dijeron trabajar para el Gobierno senegalés, vinieron a vernos y nos dijeron que nos iban a ayudar». «Nos dijeron que nos iban a llevar a campamentos que se encontraban en Málaga y Madrid, donde deberíamos pasar 40 días antes de entrar en España», explicó.
«Nosotros les creímos y nos embarcaron en un avión. Una vez en el aparato, nos esposaron y dos policías se pusieron en la parte trasera hasta nuestra llegada a Dakar», relató este repatriado, calificando de «traición» lo ocurrido, «ya que estábamos recibiendo un buen trato de la Cruz Roja Española, que nos dio ropa y alimentos». «Incluso llamaron a nuestros familiares, establecidos en España, que confirmaron que nos podían acoger y sólo nos quedaban unos días para entrar a España a trabajar», lamentó.