Sin llorar y con los ojos abiertos. Así recibió la infanta Leonor sobre su rubia cabeza el agua del río Jordán con la que fue bautizada. La pequeña Leonor permaneció dormida prácticamente toda la ceremonia y solamente abandonó la placidez del sueño en los brazos de su madre -y dio un pequeño respingo- cuando el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, derramó el agua sobre su cabeza. A las 12,45 horas, con quince minutos de retraso sobre la hora prevista inicialmente, comenzaba la ceremonia religiosa.
Minutos antes, la abuela y madrina de la pequeña, doña Sofía, confesaba a los periodistas que su nieta, además de ser guapísima, se porta muy bien, no llora nada. «Quedan derogadas mis palabras», dijo la Reina, quien el primer día que vio a su nieta comentó que lloraba mucho.
La ceremonia religiosa fue presidida por una imagen de Cristo Crucificado y otra de la Virgen. En el lado del Evangelio, se situaron, en primera fila, los Reyes y padrinos, los Príncipes de Asturias con la infanta Leonor en brazos de su madre, que en algunos momentos abanicó a la pequeña y en muchos otros acarició su mejilla, y los duques de Lugo y Palma.
Doña Cristina sentó en sus rodillas a su hija pequeña, Irene, la primera después de tres varones y «benjamina» de la Familia Real hasta el nacimiento de Leonor.