Por cada dólar que se invierte en todo el mundo en ayuda humanitaria, los países destinan diez a sus presupuestos militares, según los datos recogidos en el Informe 2005 del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Además, todos los países del G-7 dedican al menos cuatro veces más a gastos militares que a la ayuda humanitaria.
En el caso de los Estados Unidos esa proporción es de 25 veces más, en Grecia de 19, en Italia de 10,8, en Portugal de 10, en Reino Unido de 8,3, en Australia de 7,6 y en Francia de 6,3, según los datos del informe.
Otros países en los que el presupuesto militar es, al menos, cinco veces superior al gasto en ayuda humanitaria son Canadá, Alemania, Nueva Zelanda y España, mientras que en Dinamarca, Luxemburgo, Irlanda, Bélgica, Países Bajos, Noruega, Suecia y Suiza no llega a triplicarse.
Para el PNUD, estas proporciones «no tienen sentido» en un mundo en el que «los propios gobiernos de los países desarrollados reconocen cada vez más los vínculos entre amenazas a la seguridad y pobreza mundial».En este sentido, durante el siglo XX murieron cerca de 109,7 millones de personas a causa de conflictos violentos, tres veces más que «en todos los siglos precedentes juntos». «Vivimos en un mundo cada vez más violento desde el punto de vista histórico», aseguran los expertos del PNUD. Porcentualmente, mientras que el siglo XVI murió el 0,32 por ciento de la población mundial (unos 493,3 millones de personas), en el XVII falleció el 1,05 por ciento de los cerca de 579 millones de habitantes que había en el planeta.
El informe también destaca que los 500 individuos más ricos del mundo tienen ingresos más importantes que los 416 millones de personas más pobres del planeta, lo que refleja la desigualdad extrema que existe en la distribución de la riqueza.
Cecilia Ugaz, asesora principal en políticas del PNUD, resaltó que la pobreza extrema se redujo de un 28 por ciento en 1990 a un 21% en la actualidad, lo que en cifras absolutas representa a unos 130 millones de personas y supone una de las mayores reducciones de la historia, pero resulta insuficiente en un mundo en el que las desigualdades se mantienen extraordinariamente altas.