EFE-EL VATICANO
El papa Benedicto XVI dirigió ayer por primera vez el rezo
dominical del mediodía, que aprovechó para poner de manifiesto la
importancia de la dignidad en el trabajo y para recordar con afecto
a su antecesor, Juan Pablo II.
El Pontífice se asomó a la ventana de su despacho en el tercer piso del Palacio Apostólico Vaticano para el rezo de mediodía, el del Regina Coeli, que en este período litúrgico reemplaza al Àngelus. Miles de personas abarrotaron la Plaza de San Pedro para seguir esa ceremonia, dominada durante más de veintiséis años por la presencia de Karol Wojtyla.
Consciente de ello, Joseph Ratzinger tuvo sus primeras palabras para su predecesor, «cuya amada figura hizo familiar en todo el mundo esta ventana. Cada domingo, Juan Pablo II fue fiel a una cita que se convirtió en una costumbre amable que acompañó durante más de un cuarto de siglo la historia de la Iglesia», dijo.
Interrumpido por los aplausos de los fieles, Benedicto XVI aseguró que «sentimos más cercano que nunca» a Juan Pablo II y agradeció el apoyo recibido en estos primeros días como Pontífice por medio de la oración de los creyentes y de los mensajes que le han llegado desde todas partes del mundo.
Benedicto XVI recordó que este Primero de Mayo es un día importante para los trabajadores y para todos los que se llaman José - «como yo», afirmó - y puso énfasis en la importancia del trabajo y de la presencia de Cristo en el ámbito laboral. «Deseo que no falte el trabajo, especialmente para los jóvenes, y que las condiciones laborales sean cada vez más respetuosas de la dignidad de la persona humana», aseguró.