Los parlamentarios que voten a favor del proyecto de ley que va a regular las uniones de parejas homosexuales y la adopción de niños «no puede recibir la comunión» si previamente no ha confesado, según el obispo de Mondoñedo, José Gea Escolano.
En declaraciones a la Radio Galega, el prelado afirmó que «un cristiano consciente de su fe, que quiera ser coherente, no puede apoyar con su voto unas leyes de este tipo».
Considera «lógico» que cuando la Conferencia Episcopal y los obispos le dicen a los diputados que deben votar en contra de ese proyecto «les duela», y ante la posibilidad de que los partidos concedan voto en conciencia dijo que esa no es la cuestión.
«Un cristiano en conciencia no puede votar eso», añadió, aunque reconoció que si se permitiese a los parlamentarios votar en conciencia «posiblemente hubiera gente de derecha, de centro o de izquierda que votasen a favor o en contra».
Insistió en que la Iglesia lo que dice no es la forma de votar «lo que dice es que votar a favor una ley de este tipo es ir en contra de ser cristiano y de la actitud normal y corriente del cristiano».
«Cuando uno es consciente y vota a favor y además se pronuncia como partidario de esa ley, no puede recibir la comunión, si previamente no ha confesado, ya que al ser un pecado público, porque se ha manifestado, muestra el sentido de su cambio de actitud y de mentalidad en este caso».
Para monseñor Gea el voto favorable a dicha ley «es muy grave» y «lo que no se puede es pensar en un catolicismo a la carta» ya que «la moral de la Iglesia se acepta o se rechaza, pero en bloque». El obispo de Mondoñedo aseguró que el «gran problema» de la sociedad «es la pérdida del sentido de Dios» porque con ello «también se pierde el sentido del pecado».
Aseguró que se vive movido por intereses personales, por el ansia de disfrutar, de gozar, por el ansia del dinero, y que todo ello deriva en sucesos desagradables, asesinatos, robos «porque se va perdiendo el sentido de la moralidad y del deber».Calificó de «cosa lamentable» los continuados casos de violencia doméstica, que achacó también a la falta de «un sentido de moralidad, de moralidad exigente, limpia».