Don Felipe de Borbón y Grecia, trigésimo quinto príncipe de Asturias y Heredero de la Corona, contrajo ayer matrimonio con doña Letizia Ortiz Rocasolano en la Catedral de la Almudena, en una histórica ceremonia que solemniza la continuidad de la Monarquía parlamentaria española.
Los ya Príncipes de Asturias contrajeron matrimonio en la primera boda de Estado desde la de Alfonso XIII, bisabuelo del Heredero, en presencia de representantes de todas las Casas Reales, Gobierno y autoridades nacionales e internacionales y personalidades del mundo del deporte, la economía y la cultura.
El acto litúrgico comenzó pasadas las once y diez de la mañana, momento en el que la novia, muy serena, entró al templo del brazo de su padre, Jesús Ortiz, cuando sonaba el Concierto para órgano op. 7 nº 3 de Häendel. Al llegar al altar, doña Letizia hizo una reverencia a los Reyes de España, saludó a sus familiares y besó en la mejilla al príncipe don Felipe, que esperaba a la novia sonriente y con evidentes signos de impaciencia.
Las damas de honor, Ana Cordoniu Àlvarez de Toledo, biznieta de la infanta Cristina de Borbón, y Claudia González, prima de doña Letizia, estuvieron pendientes de colocar la cola del vestido de la novia en todo momento. Tras las lecturas a cargo de Menchu del Valle y Beltrán Gómez de Acebo, y uno de los sacerdotes que asistían el acto, el arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, monseñor Antonio María Rouco Varela, pidió en su homilía a don Felipe y a doña Letizia que no tengan miedo ante las exigencias extraordinarias que van a tener por la responsabilidad histórica que les toca asumir como matrimonio y familia del Heredero de la Corona española. En esta tarea no estarán solos porque les acompañarán los Reyes, la Familia Real y demás familiares y «el buen pueblo de España». Hizo también una leve referencia a la solicitud del Príncipe y de su prometida por las víctimas del 11-M.
«Venís ante el Altar del Señor a contraer santo matrimonio. Así ha llamado la Iglesia desde el principio a aquella 'íntima comunidad de vida y amor conyugal', basada sobre la alianza del varón y la mujer que dejan a su padre y a su madre, a sus familiares, amigos, en una palabra, a su marco anterior de vida y relación habitual para 'formar una sola carne'. En el fondo de vuestra decisión libre y personalmente adoptada está y late un compromiso, un compromiso de amor», dijo el cardenal.
Al final del responso, los novios, que se mantuvieron muy serios escuchando a monseñor Rouco Varela, se estrecharon con fuerza la mano mientras sonaba el «Aleluya» de Cristóbal de Morales; aunque el acto más emotivo de la ceremonia llegó cuando se inició el rito del matrimonio, en el que se procedió al consentimiento y entrega de anillos y arras, cedidas por el Banco de España. Una de ellas cayó en el momento en el que se tenía que iniciar la entrega de las mismas por parte de los novios, pero este incidente pasó casi desapercibido porque uno de los religiosos la recogió inmediatamente.
El Príncipe, cogido de la mano de doña Letizia, no olvidó pedir el consentimiento a su padre, el rey don Juan Carlos, quien asintió con la cabeza. Tras el rito del matrimonio, doña Letizia se convirtió en mujer del Heredero de la Corona y Princesa de Asturias, mientras sonaba con solemnidad el «Sancta María» de Mozart.
Instantes después, Rouco Varela firmó el acta matrimonial y al son de música de Bach sumaron sus firmas los recién casados y, en calidad de testigos, los Reyes de España, los duques de Lugo y de Palma, seguidos de los padres de la novia y Princesa de Asturias, Luis Ortiz y Paloma Rocasolano.
A continuación, el cardenal y arzobispo de Madrid dio la paz a los asistentes y saludó a los Reyes. En este momento, los nuevos esposos volvieron a mostrar signos de complicidad e intercambiaron breves palabras al oído, principalmente por parte de don Felipe.
A las 12.45 horas, los Príncipes de Asturias iniciaron los saludos a sus familiares más directos para emprender a continuación la salida del templo cogidos del brazo como marido y mujer, donde les esperaban compañeros de promoción del Ejército de don Felipe, que formaron un arco de sables.
Después de los novios, que saludaron bajo una fuerte lluvia a las personas congregadas en la Plaza de la Armería, salieron del templo los Reyes de España, los padres de doña Letizia, los duques de Lugo y de Palma, seguidos a su vez por los abuelos de la Princesa de Asturias y el resto de familiares directos de ambos.