El escritor chileno Gonzalo Rojas, «poeta químicamente puro» y «creador en el sentido etimológico de la palabra poeta», como lo definió Alfredo Matus, miembro del jurado, ganó ayer el Premio Cervantes 2003. El director de la Real Academia Española y presidente del jurado, Víctor García de la Concha, informó que Rojas se alzó con el galardón «por mayoría», tras unas deliberaciones que giraron en torno a «excelentes candidatos» y que llegaron al resultado definitivo «después de una primera votación exploratoria y de cuatro votaciones sucesivas», entre Juan Marsé Rojas, más Mario Benedetti y Ana María Matute.
Desde Chile, el escritor, que recibió la noticia de la ministra de Cultura, Pilar del Castillo, dijo que este premio era «honroso» para él, pues «recibir un premio que lleve ese nombre es lo más extraordinario que puede darse en nuestra hermosa lengua y en cualquiera de las lenguas», y quiso dedicar el galardón a su esposa, Hilda R. May, fallecida hace siete años.
El director de la Academia se refirió al ganador como un autor «muy conocido en Hispanoamérica, pero también en España», que tiene en su haber el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 1992, el José Hernández de Argentina (1997), el Octavio Paz de Poesía y Ensayo (1998), el Nacional de Literatura de Chile, el Premio Altazor, o el Premio Walt Whitman. «Es autor de más de veinte libros poéticos, escritos sobre todo a partir de 1977, en que se dinamiza su producción literaria», añadió García de la Concha, que personalmente dijo preferir «su espléndida trilogía última», publicada por la Biblioteca Nacional y que habla «del amor, la muerte y lo sagrado».
Gonzalo Rojas, que después del golpe de Pinochet se exilió en Alemania y Venezuela, es «un poeta extraordinariamente importante y uno de los maestros de los jóvenes escritores y poetas iberoamericanos, que ha logrado crear un universo propio en la línea de la tradición de la modernidad». Su palabra, añadió, es «la palabra poética que busca respuesta al problema del conocimiento, del ser del hombre».